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jueves, 22 de mayo de 2025

EL RESPETO FRATERNO: PIEDRA ANGULAR DEL TEMPLO INTERIOR

 


En el silencio sagrado del taller, donde la palabra se escucha con el corazón y el martillo labra la piedra bruta del alma, quiero hoy reflexionar sobre uno de los pilares invisibles pero fundamentales de nuestra orden: el respeto fraterno.

No es casual que la masonería se llame una fraternidad. En esta palabra resuena una vocación trascendente: reconocernos en el otro como en un espejo, aceptar nuestras diferencias como riqueza simbólica, y construir juntos, desde la diversidad, el templo ideal de la humanidad.

Respeto, en su etimología, implica mirar de nuevo, volver a observar al otro no desde el prejuicio, sino desde la conciencia. En el marco iniciático, esto se eleva a una práctica constante: ver al Q H o a la Q Hnano por sus defectos, sino por su potencial de perfección.

Hablar del respeto fraterno en masonería es mucho más que abordar una norma de convivencia o una regla de etiqueta. Es ahondar en el principio ontológico que sustenta la posibilidad misma de la fraternidad masónica y, por extensión, del progreso moral y espiritual del ser humano. El respeto fraterno no es un accesorio: es una columna invisible que sostiene la bóveda celeste de nuestros trabajos.

Desde el momento en que un profano es iniciado y se convierte en un aprendiz, se le recibe con una frase que es a la vez acogida y compromiso: “Recibe entre nosotros el ósculo fraternal”. Ese acto simbólico marca el nacimiento de un nuevo vínculo espiritual que trasciende la sangre, la nacionalidad, la ideología y la historia individual. Pero ese vínculo no se sostiene por sí mismo: requiere del ejercicio constante del respeto, entendido como la conciencia de la alteridad sagrada del Q H o a la Q Hna.

¿Qué es el respeto fraterno? No es mera tolerancia. La tolerancia puede ser pasiva, e incluso condescendiente. El respeto fraterno es activo, vibrante, cargado de intención espiritual. Es la decisión libre de considerar al otro como un espejo de mi propia humanidad, como una chispa del G A D U

El Q H o a la Q Hnaque piensa diferente, que proviene de otro horizonte cultural, que tropieza o se eleva, es siempre una piedra viva del templo. Y como tal, debe ser tratada con la reverencia que corresponde a todo lo que participa del misterio. Respetar a los HH Y Hnaes reconocer su lugar en el cosmos simbólico de la logia, aunque aún esté en proceso de desbastar su piedra bruta. Y también es aceptar humildemente que el espejo que me ofrece su diferencia me ayuda a tallar mejor la mía.

El respeto fraterno es la argamasa invisible que une nuestras piedras. Sin él, el templo se desmorona. Con él, incluso las diferencias ideológicas, sociales o generacionales se transforman en columnas que sostienen la bóveda celeste del entendimiento mutuo.

El respeto fraterno adopta matices aún más profundos: Es respeto a la palabra velada, al silencio del Q H o a la Q Hnaque aún no puede hablar, pero cuya búsqueda es tan legítima como la de quien ya maneja con soltura los arcanos del simbolismo. Es respeto a la duda del que todavía busca sentido, sin imponer certeza ni dogma. Es respeto al dolor oculto, porque toda alma que entra al templo carga alguna herida invisible. Es respeto al secreto de su ser, pues cada H o Hnaes un santuario que solo el G A D Uconoce plenamente.

También debemos considerar el aspecto iniciático y esotérico del respeto. La masonería, como escuela iniciática, no es una democracia vulgar ni una reunión de iguales por nivel social o académico. Es una fraternidad que reconoce la igual dignidad espiritual de sus miembros, aunque se encuentren en distintas etapas del sendero. El respeto fraterno, en este sentido, es la expresión concreta del principio hermético: “Lo que está abajo es como lo que está arriba”. Si quiero honrar la luz, debo respetar a quien también la busca.

Cuando una palabra dicha en cólera irrumpe en la armonía del taller, dentro o fuera del templo, el respeto fraterno debe recordarnos que el otro es un peregrino del mismo camino. Cuando el juicio aflora antes del análisis, el respeto fraterno nos exige volver al centro, donde la compasión y la razón se encuentran.

Finalmente, el respeto fraterno tiene una dimensión trascendental y ritual: cuando formamos la cadena de unión, nuestras manos unidas no son un gesto vacío. son un acto mágico de comunión espiritual. En esa cadena, no hay eslabones débiles o fuertes, superiores o inferiores. Solo hay voluntades enlazadas en la búsqueda de la verdad y el bien. Romper ese respeto, con palabras hirientes, juicios infundados o actitudes excluyentes, no es una simple falta de urbanidad. Es una profanación del templo interior.

Q H•, y Q Hna que el respeto fraterno no sea solo una consigna repetida, sino una virtud vivida. Que cada encuentro en Log sea una oportunidad para ver al otro como un reflejo del propio camino iniciático, y que la piedra angular de nuestro templo sea siempre el amor envuelto en respeto.

Porque, al final, ¿qué es la masonería sino una escuela del alma donde se aprende a convivir con nobleza, a discrepar con dignidad y a construir con manos distintas una sola gran obra?

Así sea en nuestros corazones como en nuestros Talleres. Porque sólo respetando profundamente a nuestros QQ HH y QQ Hnaspodemos edificar un Templo digno del G A D U

domingo, 18 de mayo de 2025

RELACIÓN DIALÉCTICA ENTRE LIBERTAD Y PAZ: UN APORTE FENOMENOLÓGICO DESDE LA VIVENCIA MASÓNICA

 

En nuestra perspectiva masónica es muy importante la relación dialéctica entre la libertad y la paz, pues, como argumentaremos, históricamente hemos aportado para su manifestación fenomenológica en el devenir de las sociedades humanas.

Desde nuestra visión, la libertad y la paz son una dualidad coexistente, recordemos que, en la cotidianidad masónica, siempre se ha dado la coexistencia, la armonía de los contrarios o de los complementarios, como por ejemplo blanco y negro, como es arriba es abajo, el sol y la luna, el hombre y la mujer, la sabiduría y la ignorancia, etc. La coexistencia entre la libertad y la paz, representa un estado ideal donde se vive sin ningún tipo de conflictos internos o externos generando en nuestra existencia tranquilidad y armonía; ella, se hace presente en el ámbito personal y social. En el ámbito personal, la libertad se interioriza y se logra a través de la auto transformación y la eliminación de los conflictos internos, mientras que la paz interior, es una sensación duradera de tranquilidad. En el ámbito social, la libertad es la capacidad de las personas para ejercer sus derechos fundamentales y participar en la vida social, económica y política sin interferencias injustificadas, esto implica la libertad de asociación, la libertad de expresión y la libertad de pensamiento, entre otras y la paz social se construye sobre la base de la justicia y el respeto a los derechos humanos.

Esta realidad entre libertad y paz, nos permite revisar la importancia de relación dialéctica existente entre ellas, no entendida como contrarios u opuestos, sino entendida como complementarios que coexisten, es una relación dialéctica porque se influyen y se necesitan mutuamente para su proyección en la vida de las personas y las sociedades. La libertad, como es bien sabido para todos nosotros, se alcanza a través de un proceso de lucha y de superación de las limitaciones y la paz es su complemento. La dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz, está determinada porque no pueden basarse en proceso impositivos ni opresivos, sino que, para su autodesarrollo y su manifestación plena en el campo individual y social, se sustentan en el respeto a la autonomía del ser humano. También podemos entender que esta relación dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz, genera, como proceso sintético, el desarrollo de los pueblos y el respeto de los derechos individuales.

la interacción dialógica desde la dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz, no es una relación estática, sino dinámica y en constante evolución. Podemos entonces también afirmar, qué la libertad en sí puede generar conflictos, pero dichos conflictos se pueden resolver de manera pacífica cuando se respetan las individualidades de los seres humanos; libertad y paz, desde la dialéctica de coexistencia son interdependientes; no se puede lograr una paz verdadera sin la libertad y la libertad no puede desarrollarse en un ambiente de conflicto y opresión que desconoce la paz.

Esta relación en dialéctica de coexistencia entre estos dos valores humanos fundamentales, implica una constante búsqueda del equilibrio y la armonía a través del cual se reconoce la importancia de la libertad de cada individuo y se promueve la paz como un valor fundamental.

La masonería siempre ha tenido su propia dialéctica, utilizada como método de enseñanza y de desarrollo personal, basado en la reflexión y el debate sobre los principios y símbolos de la Orden; a través de la dialéctica masónica, hemos buscado comprender y aplicar nuestros valores en nuestra vida diaria, fomentando el autoconocimiento, el crecimiento moral e intelectual y la búsqueda de verdad, utilizando como método la confrontación de contrarios y coexistentes. La dialéctica masónica se centra en el desarrollo de conocimiento, en la reflexión y el debate, en el lenguaje simbólico y en la aprobación y apropiación de valores intrínsecos de nuestra escuela iniciática.

No se nos haga extraño que nuestra Orden, utilice la dialéctica de coexistencia entre libertad y paz para generar nuevos conocimientos qué proyectan el desarrollo del espíritu del individuo y de la sociedad, en hombres y sociedades libres y pacíficos.

La síntesis, fruto de esta dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz es la perfección del espíritu masónico al interior de nuestra obediencia y en los contextos en que todo masón hace presencia, ella se manifiesta a través de la puesta en escena de una paz y libertad espiritual presente en los individuos y en las sociedades que conforman.

La paz espiritual es una actividad dinámica, caracterizada por la calma, la tranquilidad y por la ausencia de estrés; surge del autoconocimiento y la aceptación y se puede alcanzar mediante los procesos de meditación, desapego, compasión y sabiduría; es por eso que para nosotros la paz espiritual es el estado más elevado de la existencia humana, el estado de la iluminación prometido en nuestra iniciación.

La libertad espiritual es la capacidad de elegir y actuar según uno cree, libre de presiones externas, ella implica superar contratiempos, liberarse de resentimientos a través del perdón y usar los poderes internos como la fe y la imaginación; requiere una decisión constante de vivir en libertad y permite ir más allá de las limitaciones perceptivas y afectivas comunes.

Los frutos de paz espiritual y libertad espiritual surgidos de la dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz, tienen como soporte la fenomenología, entendida en esencia, como una comprensión profunda de la experiencia humana centrada en la descripción e interpretación de los fenómenos tal como se presentan en la conciencia. En lugar de enfocarse en objetos externos, la fenomenología examina cómo las cosas se revelan a la conciencia y cómo se experimentan. La fenomenología como postura filosófica fue planteada por Edmund Husserl. En la fenomenología “el investigador identifica la esencia de las experiencias humanas en torno a un fenómeno de acuerdo a como lo describen los participantes del estudio” (Creswell, 2003, p. 15). Así, la variedad de fenómenos por estudiar no tiene límites, por lo que puede estudiarse todo tipo de emociones, experiencias, razonamientos o percepciones, es decir, puede centrase tanto en el estudio de aspectos de la vida ordinaria como también en fenómenos excepcionales (Hernández, Fernández y Baptista, 2014).

Pero si la fenomenología está centrada en el fenómeno: ¿qué es el fenómeno? es cualquier manifestación perceptible a través de los sentidos o la inteligencia; se refiere también a personas, cosas extraordinarias o sorprendentes o cualquier evento humano, instrumentos o símbolos que se usan para un evento.

Teniendo claro el concepto de fenómeno y fenomenología, podemos afirmar categóricamente que, no hay algo más fenomenológico que la vivencia masónica; nuestra vida cotidiana como hermanos masones está rodeada de una fenomenología masónica al interior del templo, como en nuestras experiencias individuales y sociales. Esta fenomenología masónica nos lleva continuamente en el interior de nuestros talleres al estudio y análisis de símbolos, ritos y prácticas propias, buscando comprender su significado y su impacto en la vida y en la sociedad de todos los QQ.·. HH.·. y QQ.·. Hnas.·., tiene como misión desentrañar la esencia de la masonería más allá de lo superficial, explorando sus fundamentos filosóficos, históricos y ritualísticos.

Nuestra vivencia masónica cotidiana está transversalizada por la fenomenología masónica y se manifiesta a través de acciones de comprensión que quiero resaltar como son: El estudio de los símbolos, el análisis de los ritos, la comprensión de la propia historia y la exploración de la filosofía masónica.

La fenomenología masónica es un enfoque multidisciplinario que busca comprender la masonería en su totalidad, desde sus fundamentos simbólicos, ritualísticos, históricos y filosóficos hasta su influencia en la sociedad; es por ello que los frutos de esta dialéctica de coexistencia entre la libertad y la paz son el resultado de la perspectiva fenomenológica de nuestras vivencias masónicas.

La vivencia de la paz espiritual, nos aporta, como pertenecientes a nuestra Augusta Orden beneficios profundos que se alinean con nuestros principios fundamentales; el fortalecimiento del carácter y la paz interior permiten a los QQ.’. HH.’. Y QQ.’. Hnas.’., cultivar virtudes como la templanza, la prudencia y la justicia, esenciales en su proceso de perfeccionamiento moral; desarrolla la claridad mental y espiritual, el autoconocimiento y la conexión con lo trascendente, lo cual es fundamental para avanzar en su camino simbólico y espiritual y mejora la fraternidad, ya que un Q.·. H.·. o Q.·. Hna.·. en paz puede contribuir de forma más sabia, tolerante y armoniosa en los trabajos de logia, ayudando a crear un ambiente de respeto y unidad.

Por otra parte, vivir la libertad espiritual es un concepto profundamente significativo dentro del pensamiento masónico, ella representa la conquista interior del ser, la capacidad de pensar, sentir y actuar de acuerdo con la verdad descubierta en su propio viaje espiritual.

Uno de sus grandes aportes, es sin duda el autoconocimiento masónico, el sendero masónico es, ante todo, un camino de transformación interior. Desde los primeros pasos en nuestra fraternidad universal, el iniciado se ve confrontado con símbolos, rituales y enseñanzas cuyo propósito no es imponer una verdad externa, sino despertar la conciencia y promover el autoconocimiento. En este proceso, la libertad espiritual se convierte en una herramienta esencial y, a la vez, en un fruto que se cultiva con esfuerzo, constancia y reflexión.

La libertad espiritual no es simple autonomía de pensamiento, es la capacidad del ser humano para buscar, discernir y abrazar la verdad por sí mismo, libre de cadenas mentales, culturales o emocionales. En nuestra vida masónica, se entiende que esta libertad no puede ser concedida desde fuera, sino conquistada en lo profundo del ser. El Q.·. H.·. o la Q.·. Hna.·., al enfrentarse a su piedra bruta, al explorar sus luces y sombras, aprende a conocerse realmente. Y en ese acto de honestidad y trabajo interior, descubre su verdadera libertad.




miércoles, 14 de mayo de 2025

LA POSTURA DEL MASÓN; UN CAMINO HACIA LA CONEXIÓN CON LO DIVINO.

 

La postura que adoptamos al sentarnos puede parecer un detalle insignificante, pero en realidad, encierra un significado profundo que trasciende la mera corrección física. Es por ello que en el trazado de la presente tenida, agradezco comedidamente permitirme el uso de la palabra venerable maestra, a fin de exhortar a todos mis queridos hermanos mediante la presente misiva.

                                       Autor: Jhony Vizcaino Vargas A M



En muchas tradiciones esotéricas y logias, la forma en que nos sentamos es un acto cargado de simbolismo y propósito. Sin embargo, es probable que esta instrucción se pase por alto en la actualidad, y aunque se nos diga que debemos sentarnos erguido, rara vez se nos explica el verdadero significado detrás de esta postura. Más allá de la mera corrección postural, sentarse de manera adecuada puede ser una práctica que conecta nuestra conciencia con la esencia misma de nuestra existencia.

Siguiendo con este razonamiento, la postura de sentarse va más allá de una simple norma de urbanidad o una cuestión de "buenas costumbres". En realidad, la forma en que nos sentamos puede tener un impacto profundo en nuestra conexión con el mundo espiritual y con nosotros mismos. Cuando nos sentamos con la espalda recta, no solo estamos adoptando una postura física correcta, sino que también estamos creando una conexión simbólica y energética con el universo. Al sentarnos de esta manera, nuestro cuerpo forma una escuadra perfecta, lo que representa la unión de lo material y lo espiritual, y nos permite acceder a un estado de mayor conciencia y conexión con lo divino.

En Masonería, sentarse correctamente tiene un significado simbólico profundo:

- Disciplina y control;  nos ayuda para dominar las pasiones

- Humildad y respeto; hacia los hermanos y la logia

- Facilita la reflexión y meditación para el crecimiento personal

- Fomenta la conexión y armonía entre los hermanos

La postura correcta es esencial para cultivar estos valores y crear un ambiente de respeto y crecimiento en la logia, al ser considerada la geometría y el ángulo recto, un sinónimo de conocimiento superior, y si nos trasladamos a la época antigua, cuando había que mantenerse largo rato en cuclillas para realizar tareas de molienda, cocina o manufactura, luego aparece el taburete bajo, para descansar las piernas, sin perder el acceso a los objetos del suelo.  En esta postura el peso del cuerpo descansa sobre la base de la columna y las posaderas. En las casas de los potentados del Antiguo Egipto había una silla y muchos taburetes. La silla era un instrumento simbólico, no laboral, que realzaba el rango del jefe de la casa colocando su cabeza por encima de los que trabajan en cuclillas o taburetes. Al igual que el trono de faraones, emperadores o papas, no es un asiento que pretenda ser cómodo, sino comunicar el poder de su usuario. O sea, dicho esto, y llevándolo a nivel simbólico, siempre el tener el poder significaba tener un conocimiento superior, y ese, es el conocimiento superior de un iniciado.

Al reflexionar sobre la antigüedad egipcia, notamos que solo los poderosos tenían el privilegio de sentarse en sillas en sus hogares. La postura de las estatuas, con su ángulo tronco-fémur perfectamente alineado, nos muestra cómo la silla diviniza al ser humano. El acto de sentarse se convierte en un símbolo de dignidad y poder. En el contexto masónico, este simbolismo se mantiene vigente. Al entrar en un templo masónico, nos situamos en armonía con el universo, y es ahí donde comprendemos la importancia de disponernos de manera recta y sincronizada. La rectitud se convierte en el fundamento que nos permite conectar con lo divino y alcanzar la armonía interior. De esta manera, la postura se transforma en un acto de reverencia y respeto, no solo hacia la tradición, sino hacia nosotros mismos y el universo que nos rodea.

Por tanto, la postura y sentada  del masón en logia, debe ser formando una escuadra recta con su cuerpo, es fundamental mantener los brazos y piernas sin cruzar, evitando cualquier contacto entre ellos, lo que representa la claridad y la pureza de la intención. Esta postura no solo refleja la disciplina y el respeto por la tradición, sino que también permite al masón conectar con los principios y valores de la masonería, y alcanzar un estado de mayor conciencia y reflexión, ayuda a la respiración profunda pero sobre todo mantener la atención, es por esto que otra posición invita al descanso y al sueño.

Es por ello que al iniciar nuestras tenidas, El V• M  nos invita a trascender del mundo profano y sumergirnos en un espacio y tiempo sagrados. Al acatar sus directrices y adoptar una buena postura, no solo demostramos respeto por la tradición y la logia, sino que también nos predisponemos para recibir el conocimiento y la sabiduría. La postura se convierte en un acto de atención y devoción, permitiéndonos conectar con la esencia de la masonería y absorber la energía positiva que se genera en nuestras reuniones. Al prestar atención y mantener una postura adecuada, nos aseguramos de salir de nuestras tenidas con un egregor poderoso, listos para iluminar nuestro camino y el de nuestros hermanos. En este sentido, la postura no es un detalle menor, sino un elemento fundamental para nuestra crecimiento espiritual y nuestra conexión con lo divino.

Invito a nuestros queridos hermanos para que este trabajo sea un recordatorio de la importancia,  que en la vida hay muchas cosas que parecen insignificantes pero que encierra un significado profundo, y solo cuando comprendamos el verdadero significado que estos encierran, interiorizamos el potencial que ellos demandan, por ello, la buena postura, no solo fleja la rectitud del masón, sino la disposición de este para prepararse a recibir con beneplácito, el néctar de la sabiduría y caminar por el sendero de la luz, que nos convierte en conductores de energía e inspiración para nuestros hermanos y seres queridos.

Mis hermanos la verdadera conexión con lo divino se define por la atención y la disposición, más allá de la mera forma física. Al comprender el poder del egregor y la energía que se difunde en nuestras tenidas, solo ahí podemos aprovechar al máximo nuestra experiencia masónica y convertirnos en fuentes de luz y sabiduría para aquellos que nos rodean. 

La logia es el lugar sagrado por excelencia,  donde la fraternidad y la sabiduría se entrelazan para iluminar nuestro camino, y nosotros, como masones, nos comprometemos a ser conductores de luz, energía e inspiración, llevando la esencia de nuestra tradición a todos aquellos que buscan crecer y evolucionar en su camino espiritual, sin embargo todo esto que parece dispendioso y complejo comienza con algo tan sencillo como lo es nuestra disposición y compromiso de sabernos sentar y mantener una buena postura.

 Bibliografía:  

1.     Masonería, ética y moral – revista cámara

2.     El venerable maestro, Silla de Salomón, Domenech Josep 

3.     Formas de sentarse del masón, Samano Luis, La fraternidad No 62

 

EL VENERABLE MAESTRO, LUZ Y CENTRO DEL TALLER, ARQUETIPO DEL SABIO

 


El V• M no es simplemente quien ocupa el Oriente del taller; es el símbolo viviente de la luz que guía los trabajos y de la sabiduría que orienta el crecimiento de cada hermano. Su función va más allá del ceremonial: representa la conciencia despierta del templo, la voz de la razón y el corazón del rito. Desde el trono oriental, no sólo preside: escucha, mide, guarda silencio, y cuando habla, debe hacerlo con equilibrio. Él es el Sol en su cenit, cuya luz no permite sombras. Su responsabilidad no radica en el poder, sino en el ejemplo; no en el mando, sino en la armonía. El VM ha sido elegido por sus virtudes, su conocimiento del arte y su templanza de espíritu. Debe inspirar respeto, no por su autoridad, sino por su humildad; debe fomentar la unidad, no con imposiciones, sino con sabiduría fraterna. Pero más allá de la persona, el cargo nos recuerda una verdad profunda: en cada uno de nosotros habita un V• M interior. Al trabajar nuestra piedra bruta, aspiramos a despertar esa parte de nuestro ser que puede gobernar con serenidad, discernir con claridad y construir con amor. Así, cuando contemplamos al V• M  en el Oriente, recordamos que él es imagen del ideal masónico: ser luz para los demás, equilibrio en el templo y paz en el corazón. Por otra parte, en el centro del templo, elevado sobre sus columnas, se sienta el V• M , símbolo de la sabiduría, la justicia y la armonía. él representa el arquetipo del sabio, aquel que ha recorrido el sendero iniciático y cuya voz, al resonar en el silencio del templo, ordena el caos simbólico del mundo profano. El V• M  es imagen del Sol que ilumina y fecunda. Como el Sol al mediodía, su luz no proyecta sombra: su juicio debe ser equilibrado, sin inclinación hacia el prejuicio o la emoción. Por eso, el V• M  no gobierna con poder, sino con ejemplo; no impone, sino guía. Esta función exige no sólo conocimiento del rito y la ley, sino también un profundo dominio de sí mismo. El V• M  debe encarnar la temperancia, la prudencia, la fortaleza y la justicia, virtudes cardinales que aseguran que su gobierno no sea tiránico, sino fraternal. Pero también nosotros, como aprendices, compañeros y maestros, tenemos un deber: reconocer en el V• M  no sólo al hermano elegido, sino al reflejo del Maestro interior que cada uno debe cultivar. Pues si el templo es el espacio donde trabajamos la piedra bruta, el V• M  es el ideal hacia el cual aspiramos en nuestro propio proceso de perfeccionamiento. Así, cuando observamos al V• M  dirigir los trabajos, debemos preguntarnos: ¿estamos también nosotros dispuestos a gobernar nuestras pasiones como él gobierna el taller? ¿Somos capaces de obedecer la ley como preparación para algún día aplicarla con sabiduría? Que su luz nos inspire a buscar la verdad, cultivar la virtud y construir el templo interior con fidelidad y constancia. Que como el no permitamos desarmonía, diferencias, irrespeto o cualquier otro antivalor masónico que se cuele disfrazado de construcción fraterna.      

miércoles, 7 de mayo de 2025

LA IMPORTANCIA DE LA LITURGIA EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO

La liturgia masónica no es simplemente una serie de fórmulas repetidas en cada Tenida. En el Rito Escocés Antiguo y Aceptado (R.'. E.'. A.'. A.'. la liturgia constituye la columna vertebral de nuestra práctica iniciática. Es, en sí misma, un lenguaje simbólico que transmite enseñanzas profundas, que no pueden ser comunicadas por medios ordinarios. Cada palabra, cada gesto y cada disposición del Templo están cargados de significado. El ritual no se limita a adornar nuestras ceremonias; es el medio por el cual nos conectamos con el pasado de la Orden, con sus sabias enseñanzas y con la dimensión trascendente que reconocemos en el G.'. A.'. D.'. U.'. La liturgia nos permite avanzar por los grados, no como escalones burocráticos, sino como verdaderas etapas de transformación interior. Desde el grado de Aprendiz hasta los grados filosóficos superiores, cada ceremonia está diseñada para provocar en el Hermano una reflexión, una apertura de conciencia, un crecimiento moral y espiritual. El Rito Escocés se caracteriza precisamente por esta profundidad simbólica y filosófica que lo distingue de otros sistemas masónicos. Asimismo, la liturgia nos une como fraternidad. A través de ella, todos hablamos un lenguaje común, compartimos una experiencia simbólica y participamos en una cadena de unión que trasciende el tiempo y el espacio. La repetición de los rituales no agota su sentido; al contrario, lo renueva, y nos permite redescubrir verdades a medida que nuestra comprensión se afina. Pero para que la liturgia cumpla su función, debe ser vivida con atención y reverencia. Cuando el ritual se convierte en rutina, pierde su poder. Es deber de cada uno de nosotros estudiar el simbolismo, interiorizar los principios que se nos muestran y realizar los trabajos rituales con la solemnidad que merecen. Queridos Hermanos, la liturgia del R.'. E.'. A.'. A.'. no es un mero formalismo. Es un camino de perfección, una escuela del alma, una guía para la acción ética. Honrarla y comprenderla es parte esencial de nuestro deber como masones. Desde mis primeros pasos en la Masonería, comprendí que nada en nuestras ceremonias es casual. Cada palabra, cada gesto, cada disposición dentro del Templo tiene un propósito simbólico profundo. La liturgia, en su forma, nos conecta con lo eterno, nos eleva desde lo profano hacia lo sagrado, y nos permite vivir una experiencia iniciática real. Respetar su estructura no es simplemente seguir un protocolo: es honrar una tradición milenaria que nos enseña a través de la repetición consciente. Cuando seguimos el ritual con atención y devoción, el mensaje simbólico cobra vida. Pero cuando improvisamos o alteramos su forma sin reflexión, debilitamos su fuerza transformadora. Este respeto también es un acto de humildad. Nos recuerda que, más allá de nuestras opiniones o estilos personales, formamos parte de una cadena de unión que trasciende el tiempo. La liturgia es el idioma común que nos une a todos los Hermanos del mundo, pasado, presente y futuro. Hago un llamado a vivir cada ceremonia con presencia, cuidado y reverencia. Solo así el ritual deja de ser forma y se convierte en experiencia, enseñanza y luz.

RELACIONES EXISTENTES ENTRE LA COLUMNA DE LA SABIDURÍA CON EL VENERABLE MAESTRO

  Este es el segundo trabajo de cinco, donde pretendo, desde una profundidad académica y bibliográficamente documentada, hacer claridad sob...