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viernes, 20 de junio de 2025

EL SOLSTICIO DE VERANO Y LAS ACCIONES DEL MASÓN ANTE LA PLENITUD DE LA LUZ

 

El Solsticio de Verano, con su máxima irradiación solar, no es solo un fenómeno natural ni una efeméride simbólica: es una interpelación, una llamada profunda a los QQ HH y a las QQ Hnas para que examinen el uso que han hecho de la luz que han recibido. La luz, en el templo, no es simple iluminación intelectual; es conciencia, verdad, virtud, responsabilidad. Recibir la luz implica comprometerse a actuar con ella.

Cuando el Sol alcanza su cénit y la luz se derrama plena sobre la tierra, los antiguos sabios detenían su andar, elevaban la mirada al cielo y encendían fuegos rituales. No lo hacían para adorar al astro, sino para recordar que la luz, cuando no se honra con virtud, se convierte en sombra más densa. El Solsticio de Verano no es solo un fenómeno astronómico: es un lenguaje sagrado, una palabra silenciosa que el GADU inscribe en el firmamento. Y nosotros, QQ HH y QQ Hnas, que nos hemos comprometidos a leer los signos de lo alto para obrar en lo bajo, no podemos pasar indiferente ante este instante de plenitud solar.

En el plano personal, este momento del año nos exige revisar nuestro progreso interior. ¿Hemos labrado nuestra piedra bruta con disciplina y constancia? ¿Hemos convertido nuestras pasiones en herramientas de servicio? ¿Hemos cultivado la templanza, la justicia, la fortaleza y la prudencia como virtudes rectoras de nuestra conducta? El solsticio de verano, como plenitud de luz, invita a un juicio simbólico: no hay sombra en la luz cenital; todo se revela. Por ello, este tiempo sagrado nos conmina a la autenticidad, a la coherencia entre pensamiento, palabra y acción.

La masonería nos enseña que toda iniciación es un nacimiento a la luz, y que todo ascenso ritual representa un progresivo despliegue de conciencia. Así, el Solsticio de Verano se convierte en un espejo espiritual en el cual nosotros contemplamos cuánto hemos crecido, cuánta sombra hemos vencido, cuántas verdades hemos sido capaz de abrazar. Es tiempo de la cosecha interior. Si hemos trabajado con rectitud, nuestra piedra bruta ha comenzado a revelarse como una forma útil. Si hemos sido negligente, este momento nos llama al arrepentimiento activo, al retorno consciente, a la vigilancia renovada.

La luz, en su cenit, también representa el punto más alto del ego si no se ha purificado. Por eso, el compromiso personal que renovamos en esta fecha no es de vanagloria por lo alcanzado, sino de humildad activa: reconocer que el verdadero crecimiento interior lleva a ponerse al servicio de los demás. La plenitud no es un trofeo, sino una plataforma desde donde construir el bien común.

En el plano social, el Solsticio de Verano nos impulsa como QQHHy QQ Hnas. a examinar el impacto de su acción en el mundo. ¿Qué hemos hecho con la luz que nos fue confiada? ¿Nos hemos convertidos en un faro en medio de las tinieblas sociales, morales y culturales? ¿Hemos sido voz por la justicia, ejemplo de rectitud, obreros del amor fraterno?

Todos los QQ HH y QQ Hnas no trabajan sólo para sí mismo, la verdadera piedra que talla no es su ego, sino su humanidad compartida. La sociedad, en muchos sentidos, aún vive en solsticios de invierno: desigualdad, ignorancia, violencia, manipulación. Ante ello, el Solsticio de Verano se convierte en un llamado ético a irradiar luz donde aún reina la oscuridad, a ser un actor comprometido con la transformación social, a participar en la reconstrucción de la justicia, la dignidad y la verdad.

El fuego simbólico del solsticio no debe arder solo en los altares del templo, sino en las acciones concretas: en la defensa de los derechos humanos, en la promoción de la educación, en el cultivo del diálogo, en la construcción de comunidades solidarias. El masón es portador de una antorcha: la antorcha del pensamiento libre, de la acción ética, de la espiritualidad viva. No puede permitir que esa llama se apague por comodidad, apatía o miedo.

Así, el Solsticio de Verano marca un ritual de renovación del compromiso, una reafirmación silenciosa pero poderosa: seguir edificando, seguir iluminando, seguir sirviendo. Porque cuanto más alta es la luz, mayor es la sombra que se proyecta si se abandona el trabajo.

Pero no basta con contemplar la luz, es necesario actuar con ella; la luz sin acción es mera vanidad, y el conocimiento sin servicio es egoísmo refinado. Los masones que hemos recibido la luz tenemos el deber de transformarla en calor para los que tienen frío, en claridad para los que andan perdidos, en fuego interior para los que han apagado su esperanza. El Solsticio de Verano es el instante para recordar que la fraternidad no es solo un principio simbólico, sino una tarea diaria: acompañar al hermano enfermo, tender la mano al necesitado, mediar en los conflictos, sembrar palabras de consuelo y obras con justicia. Cada gesto luminoso en el mundo profano es una extensión del templo, un signo vivo del Arte Real.

Este es también el momento de renovar compromisos concretos. Así como el sol renueva su marcha en el cielo, nosotros, QQ HH y QQ Hnas., renovamos nuestras promesa de erguirnos cada día como columna de sabiduría, fuerza y belleza en medio de un mundo desordenado. Podemos escribir nuestros compromisos solares como un voto silencioso: vencer un defecto moral, cultivar una virtud olvidada, leer y meditar una obra transformadora, apoyar un proyecto de justicia social, reconciliarse con un hermano o con su propia conciencia. Que cada compromiso sea como una chispa encendida del fuego sagrado.

En el templo, lo celebramos con solemnidad, hoy tenemos una tenida dedicada al Solsticio de Verano que nos permite recordar a San Juan Bautista, símbolo de preparación, pureza y anuncio de la luz, hoy en este templo se prenden las luces del taller no solo como rito, sino como proclamación viva: estamos listos para trabajar por la verdad, para servir a la humanidad, para reconstruir el templo del hombre en medio de las ruinas del egoísmo. Que en el oriente se alce una palabra luminosa. Que en el sur se celebre la vitalidad del compromiso. Que en el norte se resguarde la memoria del esfuerzo. Y que el occidente se abra como portal para la entrada del que viene en busca de más luz.

Pero más allá de los rituales, el solsticio se manifiesta en la vida concreta. En la mirada con la que enfrentamos nuestras responsabilidades. En el ejemplo que ofrecemos a nuestras familias, trabajos y comunidades. En la fidelidad silenciosa con la que honramos los valores que proclamamos en la logia. Porque la verdadera luz no enceguece ni se exhibe: guía, calienta, y permite ver mejor.

Así, cuando el sol esté en su cúspide y los rayos caigan verticales sobre la tierra, debemos recordar que también nosotros hemos sido llamados a irradiar luz desde el lugar más alto de nuestra conciencia. Y que esa luz, antes que conocimiento o prestigio, debe ser una llama de amor, de justicia y de verdad en un mundo que aún anhela el amanecer. Entonces, y solo entonces, el solsticio habrá cumplido su misión, y el obrero habrá cumplido con la suya.

Al igual que el Sol, que a partir de este punto comienza su descenso gradual, nosotros comprendemos que toda exaltación debe ser seguida de humildad, que todo ciclo culminante es también el umbral de uno nuevo. Por eso, el compromiso que renueva no es efímero ni teatral: es íntimo, concreto, fecundo.

En suma, el solsticio de verano no es un cierre, sino una consagración. Es el tiempo en que la Luz le pregunta al masón: ¿Qué harás ahora que has visto? ¿Qué edificarás ahora que comprendes? ¿a quién servirás ahora que sabes?

EL SOLSTICIO DE VERANO Y LAS ACCIONES DEL MASÓN ANTE LA PLENITUD DE LA LUZ

  El Solsticio de Verano , con su máxima irradiación solar, no es solo un fenómeno natural ni una efeméride simbólica: es una interpelación,...