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jueves, 22 de mayo de 2025

EL RESPETO FRATERNO: PIEDRA ANGULAR DEL TEMPLO INTERIOR

 


En el silencio sagrado del taller, donde la palabra se escucha con el corazón y el martillo labra la piedra bruta del alma, quiero hoy reflexionar sobre uno de los pilares invisibles pero fundamentales de nuestra orden: el respeto fraterno.

No es casual que la masonería se llame una fraternidad. En esta palabra resuena una vocación trascendente: reconocernos en el otro como en un espejo, aceptar nuestras diferencias como riqueza simbólica, y construir juntos, desde la diversidad, el templo ideal de la humanidad.

Respeto, en su etimología, implica mirar de nuevo, volver a observar al otro no desde el prejuicio, sino desde la conciencia. En el marco iniciático, esto se eleva a una práctica constante: ver al Q H o a la Q Hnano por sus defectos, sino por su potencial de perfección.

Hablar del respeto fraterno en masonería es mucho más que abordar una norma de convivencia o una regla de etiqueta. Es ahondar en el principio ontológico que sustenta la posibilidad misma de la fraternidad masónica y, por extensión, del progreso moral y espiritual del ser humano. El respeto fraterno no es un accesorio: es una columna invisible que sostiene la bóveda celeste de nuestros trabajos.

Desde el momento en que un profano es iniciado y se convierte en un aprendiz, se le recibe con una frase que es a la vez acogida y compromiso: “Recibe entre nosotros el ósculo fraternal”. Ese acto simbólico marca el nacimiento de un nuevo vínculo espiritual que trasciende la sangre, la nacionalidad, la ideología y la historia individual. Pero ese vínculo no se sostiene por sí mismo: requiere del ejercicio constante del respeto, entendido como la conciencia de la alteridad sagrada del Q H o a la Q Hna.

¿Qué es el respeto fraterno? No es mera tolerancia. La tolerancia puede ser pasiva, e incluso condescendiente. El respeto fraterno es activo, vibrante, cargado de intención espiritual. Es la decisión libre de considerar al otro como un espejo de mi propia humanidad, como una chispa del G A D U

El Q H o a la Q Hnaque piensa diferente, que proviene de otro horizonte cultural, que tropieza o se eleva, es siempre una piedra viva del templo. Y como tal, debe ser tratada con la reverencia que corresponde a todo lo que participa del misterio. Respetar a los HH Y Hnaes reconocer su lugar en el cosmos simbólico de la logia, aunque aún esté en proceso de desbastar su piedra bruta. Y también es aceptar humildemente que el espejo que me ofrece su diferencia me ayuda a tallar mejor la mía.

El respeto fraterno es la argamasa invisible que une nuestras piedras. Sin él, el templo se desmorona. Con él, incluso las diferencias ideológicas, sociales o generacionales se transforman en columnas que sostienen la bóveda celeste del entendimiento mutuo.

El respeto fraterno adopta matices aún más profundos: Es respeto a la palabra velada, al silencio del Q H o a la Q Hnaque aún no puede hablar, pero cuya búsqueda es tan legítima como la de quien ya maneja con soltura los arcanos del simbolismo. Es respeto a la duda del que todavía busca sentido, sin imponer certeza ni dogma. Es respeto al dolor oculto, porque toda alma que entra al templo carga alguna herida invisible. Es respeto al secreto de su ser, pues cada H o Hnaes un santuario que solo el G A D Uconoce plenamente.

También debemos considerar el aspecto iniciático y esotérico del respeto. La masonería, como escuela iniciática, no es una democracia vulgar ni una reunión de iguales por nivel social o académico. Es una fraternidad que reconoce la igual dignidad espiritual de sus miembros, aunque se encuentren en distintas etapas del sendero. El respeto fraterno, en este sentido, es la expresión concreta del principio hermético: “Lo que está abajo es como lo que está arriba”. Si quiero honrar la luz, debo respetar a quien también la busca.

Cuando una palabra dicha en cólera irrumpe en la armonía del taller, dentro o fuera del templo, el respeto fraterno debe recordarnos que el otro es un peregrino del mismo camino. Cuando el juicio aflora antes del análisis, el respeto fraterno nos exige volver al centro, donde la compasión y la razón se encuentran.

Finalmente, el respeto fraterno tiene una dimensión trascendental y ritual: cuando formamos la cadena de unión, nuestras manos unidas no son un gesto vacío. son un acto mágico de comunión espiritual. En esa cadena, no hay eslabones débiles o fuertes, superiores o inferiores. Solo hay voluntades enlazadas en la búsqueda de la verdad y el bien. Romper ese respeto, con palabras hirientes, juicios infundados o actitudes excluyentes, no es una simple falta de urbanidad. Es una profanación del templo interior.

Q H•, y Q Hna que el respeto fraterno no sea solo una consigna repetida, sino una virtud vivida. Que cada encuentro en Log sea una oportunidad para ver al otro como un reflejo del propio camino iniciático, y que la piedra angular de nuestro templo sea siempre el amor envuelto en respeto.

Porque, al final, ¿qué es la masonería sino una escuela del alma donde se aprende a convivir con nobleza, a discrepar con dignidad y a construir con manos distintas una sola gran obra?

Así sea en nuestros corazones como en nuestros Talleres. Porque sólo respetando profundamente a nuestros QQ HH y QQ Hnaspodemos edificar un Templo digno del G A D U

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