Este es el tercer trabajo de cinco, donde pretendo, desde una profundidad académica y bibliográficamente documentada, hacer claridad sobre las relaciones existentes entre las tres luces -sabiduría, fuerza y belleza- con los Dignatarios del Taller -venerable maestro, primer vigilante y segundo vigilante- como también con los órdenes arquitectónicos clásicos -jónico, dórico y corintio.
La
arquitectura sagrada del templo masónico no es arbitraria, sino expresión
visible de una cosmogonía interior. Las columnas que lo sostienen –sabiduría,
fuerza y belleza– son principios vivos, energías que conforman y equilibran el
trabajo del alma en construcción. En medio de esta tríada simbólica, el primer
vigilante, sentado en el occidente, se erige como el guardián del tránsito
entre la luz del oriente y la experiencia del mundo. A él se le asocia,
tradicionalmente, la columna de la fuerza; pero su función, más profunda,
también se entreteje con la belleza, pues esta no puede manifestarse sin la
dirección de una fuerza interiormente cultivada.
La fuerza
que representa el primer vigilante no es la rudeza ni la imposición, sino
aquella potencia del alma que ha sido encauzada mediante la educación moral y
el rigor iniciático. Es la capacidad de sostenerse erguido ante el caos, de
resistir las pasiones, de actuar con firmeza sin perder la dirección. Walter
Leslie Wilmshurst[1]
lo expresa con claridad al afirmar: “La fuerza no debe entenderse como
violencia, sino como esa cualidad del alma que permanece firme ante las pruebas
del sendero iniciático” -El Significado de la Masonería-. el primer vigilante,
como columna de la fuerza, sentado en el occidente, simboliza ese pilar
interior que permite que el templo no se derrumbe ante las tormentas del mundo
profano.
Sin embargo,
esta fuerza, sin la mediación de la belleza, puede convertirse en dureza, en
rigidez, en ceguera de propósito. Aquí es donde emerge la conexión profunda
entre el primer vigilante y la columna de la belleza, tradicionalmente asociada
al segundo vigilante. Si bien no le corresponde custodiarla directamente, su
acción debe sostenerla. La belleza es la manifestación armónica de lo que la
fuerza ha posibilitado. Jules Boucher[2]
indica: "El primer vigilante, situado en occidente, es el guardián de
la columna de la fuerza, principio activo y riguroso que sostiene el edificio
como la voluntad sostiene el alma en el esfuerzo hacia la luz." -El Simbolismo Masónico-. Así, el primer vigilante no
crea la belleza, pero la hace posible.
Desde esta
perspectiva, el primer vigilante se convierte en el mediador entre el impulso y
la forma, entre la voluntad y la estética, entre el ideal y su realización
visible. Oswald Wirth[3]
señala que “la columna de la fuerza está en relación directa con la voluntad
dirigida por la razón” -El simbolismo hermético-, y añade que sin la
armonía que representa la belleza, esa voluntad puede volverse ciega. En el
plano simbólico, el primer vigilante convierte en obra terminada el trabajo del
segundo vigilante que es el labrador de la piedra en bruto con el aprendiz. No
se trata de etapas separadas, sino de momentos complementarios de una misma
alquimia del alma.
El lugar del
primer vigilante en el occidente no es fortuito: allí se pone el sol, símbolo
de la madurez de la conciencia, del juicio que evalúa lo que ha sido construido
durante el día. Es el lugar del discernimiento, de la vigilancia moral, del
control del trabajo. René Guénon[4],
en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, sugiere la columna del primer
vigilante, representa “la fuerza estabilizadora en el plano de la
manifestación”. Esta estabilidad no puede entenderse sin el equilibrio que
proporciona la belleza. La relación, entonces, no es jerárquica, sino circular:
la fuerza permite que surja la belleza, y la belleza da sentido, forma y
propósito a la fuerza.
Albert G.
Mackey[5]
también observa esta interdependencia al decir: “Mientras la Fuerza sustenta
y la Sabiduría dirige, la Belleza adorna. Sin embargo, el adorno no puede
perdurar a menos que la Fuerza lo sostenga.” -Enciclopedia de la
Francmasonería-. De este modo, el primer vigilante no sólo dirige el trabajo
del compañero, sino que lo orienta, desde la columna de la fuerza hacia una
armonía futura, aún no visible, pero ya latente en la disciplina y el orden que
impone.
Finalmente,
el primer vigilante no debe entender su oficio como mera función
administrativa. Su papel es profundamente espiritual: representa el tránsito
entre el poder bruto y la forma elevada, entre la voluntad de construir y la
visión de lo que debe construirse. Su fuerza es camino hacia la belleza. Su vigilancia
no es control, sino iluminación del trabajo. Él mismo, como oficial y como
símbolo, se encuentra en constante transformación, porque en el sendero
iniciático la fuerza verdadera no se impone, sino que se transfigura.
Así, las
columnas de la belleza y de la fuerza no se encuentran separadas en el trabajo
del primer vigilante. Son los dos pilares que sustentan su acción: la firmeza
que no cede ante el error y la armonía que se anticipa en la disciplina. Él no
sólo guarda una columna: se convierte él mismo en columna viviente del templo.
Al
contemplar la columna del occidente, donde el primer vigilante se yergue como
centinela entre el crepúsculo y la luz que declina; su presencia, austera pero
firme, me ha enseñado que su columna no es otra que la de la fuerza, pero no
una fuerza exterior, sino aquella que se cultiva dentro: la fuerza que impide
claudicar en medio de la confusión, que llama al orden cuando las pasiones
desbordan la razón, que mantiene erguida la piedra aún inacabada mientras se
prepara para recibir la belleza.
He
comprendido que, aunque pueda colaborar con la belleza -y en cierto modo
anticiparla-, su verdadera misión está íntimamente unida a la columna de la
fuerza. Es esa columna la que sostiene su palabra, su autoridad y su deber de vigilar
el trabajo en sus segundas etapas. La belleza necesita de la fuerza, pero la
fuerza no puede olvidarse de sí misma ni diluirse en la forma antes de estar
plenamente forjada.
Por eso,
cuando observo al primer vigilante en su sitial, lo reconozco como un espejo de
lo que yo mismo debo conquistar: una firmeza sin dureza, una vigilancia sin
tiranía, una fuerza interior que permita al alma mantenerse en pie mientras
transita el sendero iniciático. Él es el guardián de occidente, por tanto, el
custodio del carácter, de la constancia y de la edificación sólida. su relación
con la belleza es la del sembrador con la flor: sin su trabajo oculto, no hay
flor visible; pero la flor no es suya, sino de aquel que supo sembrar con
fuerza, con disciplina y con fe en la armonía que vendrá.
Así entiendo
hoy al primer vigilante: servidor de la fuerza, prefigurador de la Belleza,
constructor del equilibrio.
Citas de
autores masónicos sobre la Columna de la Fuerza y el Primer Vigilante
1. W.L.
Wilmshurst: – El significado de la masonería, capítulo sobre los Oficiales
de la Logia.
“La Fuerza no debe entenderse como violencia,
sino como esa cualidad del alma que permanece firme ante las pruebas del
sendero iniciático; y el Vigilante que la custodia es el instructor del alma en
esta disciplina.”
2. Oswald
Wirth: – El simbolismo masónico, capítulo sobre los Vigilantes.
“La Columna
de la Fuerza está en relación directa con la voluntad dirigida por la razón; el
Primer Vigilante representa esta voluntad ya formada que se aplica al mundo
exterior.”
3. Jules
Boucher: – El Simbolismo Masónico, sección sobre las Columnas.
“La Columna
B y su correspondiente Vigilante son la manifestación terrestre de una fuerza
espiritual que sostiene el Templo; la vigilancia consiste en canalizar esa
fuerza para el uso moral del iniciado.”
4. René
Guénon: – Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre las
columnas del Templo.
“B
representa la fuerza estabilizadora en el plano de la manifestación; el Primer
Vigilante, en su función, guarda este principio en su expresión humana: la
rectitud en la acción.”
5.
Jean-Marie Ragon: – Curso Filosófico e Interpretativo de Iniciaciones
Antiguas y Modernas.
“El Primer Vigilante simboliza el poder
moderado por la sabiduría; se encuentra al occidente para recordar al iniciado
que el sol se oculta tras la fuerza, no para extinguirla, sino para
transmutarla en nueva luz.”
6. Albert G.
Mackey: – Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre "Primer
Vigilante".
“El
Vigilante Mayor representa la columna de la Fuerza, y desde esta posición
simbólica ayuda a preservar el orden y dirige las labores del día.”
7. Manly P.
Hall: – Las Enseñanzas Secretas de Todas las Épocas, sección sobre
arquitectura simbólica.
“Entre los
pilares de la Sabiduría y la Fuerza se encuentra el equilibrio del alma. El
Guardián Mayor es el guardián de la Fuerza, no para dominar, sino para apoyar.”
Citas de
autores masónicos sobre la relación entre la Columna de la Belleza y el Primer
Vigilante
1. Oswald
Wirth: – El simbolismo masónico, capítulo sobre los tres pilares.
“Fuerza y
Belleza no pueden oponerse sin destruir el equilibrio del Templo. El Primer
Vigilante, como columna de B, actúa en armonía con la Belleza que ha de
manifestarse en la construcción espiritual.”
2. Jules
Boucher: – El Simbolismo Masónico,
sección sobre el simbolismo de los grados.
“La Belleza no surge sin el temple previo de
la Fuerza. El Primer Vigilante, al dirigir la piedra en bruto, anticipa la
Belleza que el Segundo Vigilante desarrollará. Son funciones complementarias en
la edificación del ser.”
3. W.L.
Wilmshurst: – El Significado de La Masonería, capítulo sobre las columnas.
“El Primer
Vigilante guía el principio activo de la voluntad, pero este debe encontrar su
forma en la Belleza. Sin tal forma, la Fuerza carece de sentido. Así se revela
que toda estructura espiritual es también obra de arte.”
4. Albert G.
Mackey: – Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre “Belleza”.
“Mientras la Fuerza sustenta y la Sabiduría
dirige, la Belleza adorna. Sin embargo, el adorno no puede perdurar a menos que
la Fuerza lo sostenga. El Primer Vigilante sostiene la estructura que la
Belleza completará.”
5. Manly P.
Hall: – Las Enseñanzas Secretas de Todas las Épocas, sección sobre
arquitectura masónica.
“Los tres
pilares son tres aspectos de una misma verdad. El Primer Vigilante debe velar
por que la Fuerza se exprese con gracia; de lo contrario, el templo carece de
alma. El arte del constructor comienza con la fuerza y termina con la
belleza.”
6. René
Guénon: – Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre los
principios ternarios.
“En toda cosmogonía tradicional, la fuerza
generadora necesita de un molde que le dé forma armoniosa. Tal es la relación
entre la Fuerza del Primer Vigilante y la Belleza que culmina la obra.”
7.
Jean-Marie Ragon: – Curso filosófico e interpretativo de las iniciaciones
antiguas y modernas, sección sobre los Oficiales de Logia.
“La Belleza
no es mero adorno sino expresión visible del equilibrio interno. El Primer
Vigilante, si bien no la representa directamente, prepara las condiciones para
que esta se manifieste.”
Reflexión
final
El primer
vigilante es más que un vigilante de la fuerza: es un mediador entre la
potencia y la forma, entre el impulso de construir y la armonía del resultado.
Así, la columna de la belleza, aunque presidida por el segundo vigilante,
resplandece en el trabajo que el primer vigilante guía, pues sin estructura no
hay armonía, y sin armonía no hay perfección iniciática.
[1]
Walter Leslie Wilmshurst (22 de
junio de 1867 - 10 de julio de 1939). fue un autor inglés y masón. Publicó
cuatro libros sobre la masonería inglesa y muchos artículos en La Revista de lo
Oculto. Libros: El significado de la masonería (1922), La ceremonia de
iniciación (1932), La ceremonia del fallecimiento, Notas sobre la Conciencia
Cósmica y Iniciación Masónica (1924).
[2]
Jules Eugène Boucher (28 de
febrero de 1902-9 de junio de 1955), fue un escritor, ocultista, alquimista,
masón y gran maestro francés. Su libro El Símbolo Masónico es utilizado como
un manual entre los masones franceses.Boucher publicó varios artículos sobre
alquimia y masonería en las revistas: Simbolismo, tu Felicidad e Iniciación y
Ciencia.
[3]
Oswald Wirth. (5 de agosto de 1860, Brienz,
Suiza - 9 de marzo de 1943) Gran conocedor de las tradiciones antiguas,
escribió varias obras que han llegado a nuestros días como auténticos clásicos
del mundo iniciático y el simbolismo, como los famosos manuales de Aprendiz,
Compañero y Maestro, El ideal iniciático, El simbolismo astrológico, El
simbolismo hermético y su relación con la alquimia y la francmasonería,
Hermetismo y francmasonería, La imposición de las manos, Tarot y el arte de la
memoria y Teoría y símbolos de la filosofía hermética. También es autor del
conocido como «Tarot de Wirth», uno de los más ampliamente difundidos en todo
el mundo
[4]
René Guénon o Abd al-Wâhid Yahyâ
(15 de nov. de 1886 -7 de ene. de 1951) fue un matemático, masón, filósofo y
esoterista francés Es conocido por sus publicaciones de carácter filosófico
espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y divulgación de las
tradiciones espirituales. Fue un intelectual que sigue siendo una figura
influyente en el dominio de la metafísica. Obras Masónicas: El Simbolismo de la Cruz, Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada, La Gran Tríada, Autoridad Espiritual y
Poder Temporal
[5] Albert Gallatin Mackey (12 de marzo de
1807-20 de junio de 1881) fue un médico y escritor estadounidense, conocido por
sus libros y artículos acerca de la francmasonería, en particular por los landmarks. Albert G. Mackey es conocido por su prolífica obra sobre
masonería, destacándose por su análisis profundo del simbolismo, la historia y
la ley masónica. Entre sus obras más importantes se encuentran: El Simbolismo
de la Masonería, Léxico de la masonería, Enciclopedia de la Francmasonería y
Manual de la Logia (Un manual que ofrece instrucciones para los grados de
Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, así como ceremonias como instalaciones y
dedicaciones).
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