A primera vista, la masonería parece un conjunto de rituales solemnes, palabras secretas y símbolos arcanos, para el recién iniciado, ese universo puede parecer un misterio profundo, una estructura cerrada que sólo se revela parcialmente a través de ceremonias cuidadosamente ordenadas, pero con el tiempo y el trabajo silencioso en el taller, los QQ••• HH••• y QQ••• Hnas••• comienzan a descubrir que detrás del rito, más allá de los signos y las palabras, existe una riqueza invisible: un camino de transformación personal, espiritual y humana que trasciende cualquier formalismo.
La
masonería es, en su esencia, una escuela del alma; no es una religión, aunque
enseña reverencia por lo sagrado; no es una filosofía cerrada, aunque contiene
sabiduría milenaria; no es sólo una fraternidad, aunque promueve el amor
fraternal por encima de todo. Es, como decía Albert Pike, “una ciencia de la
moralidad, velada por alegorías y explicada por símbolos” (Moral y Dogma,
1871, p. 27). Su verdadero propósito no es que el masón aprenda los rituales,
sino que viva el espíritu que los anima.
Cada
ceremonia, cada palabra, cada silencio, es una herramienta que conduce al
iniciado hacia su propia transformación, recordemos que la masonería no enseña
teorías, enseña a ser. El aprendiz comienza su viaje en la oscuridad,
simbolizando el desconocimiento de sí mismo, pero con cada trabajo, con cada
reflexión, la luz va penetrando las sombras de su alma. El compañero descubre
la importancia de la acción consciente, del equilibrio entre razón y emoción,
mientras que el maestro alcanza la comprensión profunda del misterio de la vida
y la muerte, comprendiendo que todo lo que muere, en verdad, renace.
Detrás
del rito se encuentra un mensaje íntimo y universal: la búsqueda del equilibrio
entre el espíritu y la materia, entre el deber y el amor, entre el conocimiento
y la humildad. La riqueza masónica consiste en que esa búsqueda no es teórica
ni impuesta, sino libre y personal; cada Q••• HH••• o Q••• Hna.•••, recorre el sendero a su propio ritmo,
tallando su piedra bruta con las herramientas simbólicas que la orden ofrece.
René
Guénon escribió que “el simbolismo masónico es una lengua viva del espíritu,
que transmite lo que las palabras ya no pueden expresar” (Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada, 1962, p. 134). En esa lengua simbólica, el
masón encuentra su espejo. La escuadra y el compás no son meros adornos: son
principios universales. La escuadra representa la rectitud moral, el deber de
ajustar las acciones a la justicia; el compás, la medida del corazón, la
capacidad de contener las pasiones y trazar el límite del deseo. Juntas, estas
herramientas enseñan que el equilibrio es la base de la sabiduría y que el
perfeccionamiento humano comienza por la armonía interior.
Pero,
mi Q••• H••• , Q••• Hna.••• la verdadera riqueza de la masonería no se
encierra en los símbolos, ni siquiera en los templos, la riqueza está en el
corazón del masón que la comprende. La logia se convierte en un taller de
almas, donde hombres y mujeres de distintas edades, creencias y caminos se
encuentran como iguales, unidos por la búsqueda de la luz; allí se aprende a
escuchar, a respetar, a servir.
La
fraternidad se convierte en una experiencia tangible, en un lazo invisible que
une a todos los iniciados bajo el signo del amor universal. Esa fraternidad,
cuando es auténtica, transforma, transforma el carácter, ennoblece el espíritu,
y hace del masón un ser más consciente de su papel en la sociedad; ya que la masonería
no busca apartar al hombre del mundo, sino devolverlo a él con una mirada
renovada, con una conciencia más clara, con una mano más dispuesta a construir
y no a destruir. El verdadero iniciado comprende que el templo que construye no
está en el mármol, ni en la piedra, ni en los muros del taller, sino en su
interior, en su pensamiento, en su conducta, en su vida cotidiana.
Albert
Mackey afirmaba que “el secreto de la Masonería no está en los libros ni en
las palabras, sino en el alma del iniciado” (Enciclopedia de Masonería,
1917, p. 455). Y es cierto: la masonería se revela no cuando se memorizan los
rituales, sino cuando se viven. El verdadero secreto no se pronuncia, se
experimenta. Es el despertar interior, el momento en que el masón siente que
algo ha cambiado dentro de él; cuando comprende que el templo, la logia, el
rito, el símbolo, todo lo externo, no era más que una representación de su
propia evolución interna.
La
riqueza que esconde la masonería es, por tanto, una experiencia espiritual, un
proceso de autoconocimiento y elevación del alma. En el silencio del templo, en
el sonido del mazo sobre la piedra, en la reflexión sobre un símbolo
aparentemente simple, el masón aprende el lenguaje del alma; aprende que el
trabajo más grande que puede realizar no es hacia fuera, sino hacia adentro, porque
sólo quien ha conquistado su interior puede edificar en el exterior con
justicia, con verdad y con amor.
Cuando
comprendemos que la Masonería es algo más que el rito, dejamos de ser
observadores de un drama simbólico y nos convertimos en protagonistas de una
transformación real. El
rito es el mapa; la experiencia interior es el viaje, y en ese viaje, cada
hermano y cada hermana descubre que la luz que buscaba no estaba fuera, sino
dentro de sí.
La
masonería nos enseña a reconciliarnos con nuestra humanidad, a reconocernos
como imperfectos pero perfectibles, a amar el trabajo silencioso del alma tanto
como la construcción visible del mundo. Nos enseña que ser masón no es conocer
los misterios, sino vivirlos, no es guardar secretos, sino encarnar valores.
La
Masonería, mis QQ••• HH••• y QQ••• Hnas••• es algo más que el rito, es un camino de
belleza, de silencio, de verdad; es la historia de una transformación que
comienza en el instante en que el hombre o la mujer decide dejar de ser piedra
bruta para convertirse en piedra cúbica, apta para la obra del Gran Arquitecto
del Universo.
Cuando
la luz interior se enciende, el rito se convierte en vida, y la vida en rito; entonces
comprendemos que el trabajo no termina con la ceremonia, sino que apenas
empieza con ella y en ese instante de comprensión silenciosa, el masón sabe que
ha encontrado el verdadero tesoro que la orden custodia desde tiempos inmemoriales:
la certeza de que la divinidad habita en su interior y que su deber es
manifestarla en el mundo.
Esa
es, mis QQ••• HH••• y QQ••• Hnas••• la riqueza que la masonería oculta detrás del
velo ritual: la transformación del ser humano en un ser de luz, de amor y de
verdad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Pike, A. (1871). Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de la Masonería. Charleston: Supremo Consejo, Jurisdicción del Sur.
Guénon, R. (1962). Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Buenos Aires: Editorial Kier.
Mackey, A. G. (1917). Enciclopedia de la Masonería. Chicago: Compañía de Historia Masónica.
Fernández, J. (2023). La Masonería Interior: Ritos, símbolos y conciencia del ser. Madrid: Editorial Masónica
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son importantes para mi, ¡ánimo lo estoy esperando!