Hegel nos recuerda en su fenomenología del espíritu que la autoconciencia solo se construye en el reconocimiento del otro. La logia, como microcosmos iniciático, es ese espacio donde cada hermano se descubre reflejado en la mirada fraterna. Cuando falta uno, el circuito de reconocimiento se rompe: dejamos de vernos completos, dejamos de comprendernos en nuestra totalidad. La ausencia no es, entonces, un problema privado, sino una pérdida ontológica de la logia. Sartre también nos muestra que la ausencia no es mera nada, sino una presencia de lo que falta. El asiento vacío es el recordatorio de que la fraternidad no se cumple todavía en su plenitud. Ese vacío nos obliga a preguntarnos: ¿qué hemos hecho —o dejado de hacer— para que el hermano no encuentre en nosotros el fuego que buscaba?
René Guénon advertía que la iniciación solo es real si existe un centro espiritual vivo. Cuando las ausencias se multiplican y no hacemos autocrítica, el riesgo es enorme: la logia se transforma en forma vacía, rito hueco, palabra sin espíritu. La presencia sostenida de los hermanos no es una formalidad: es la garantía de que la corriente iniciática fluye con fuerza. Cada ausencia es una fisura por donde se escapa la energía sagrada que debería nutrirnos.
Erich Fromm enseñaba que el ser humano oscila entre la libertad y la soledad. La Logia debería ser el lugar donde esa tensión se resuelve en fraternidad, donde la libertad personal se integra en el bien común. Si un hermano se siente solo en medio de nosotros, su ausencia no denuncia su debilidad, sino nuestra falta de cuidado. Una fraternidad que no cuida es solo una palabra vacía. Y en masonería, el descuido fraternal es una falta ética grave.
El aprendizaje iniciático es también un proceso psicológico que necesita espejos vivos. Cuando un aprendiz o un compañero ven que un maestro se aleja sin que nadie lo acompañe, aprenden —aunque no lo digamos— que la masonería puede ser un paso sin continuidad, una formalidad sin compromiso. La ausencia se convierte entonces en un mensaje pedagógico negativo. Y lo que enseñamos con el ejemplo ausente es más fuerte que lo que proclamamos en el ritual.
La logia no
vive aislada: es reflejo y germen de la sociedad. El asiento vacío de un
hermano en el templo es metáfora del ciudadano que no participa, del amigo que
se desconecta, del ser humano que se siente ajeno en su propia comunidad. Así,
la ausencia nos habla también de la crisis de participación que atraviesa al
mundo profano. Si en logia no aprendemos a sostener la presencia mutua, ¿qué
mensaje podremos darle al mundo sobre solidaridad y compromiso cívico?
Cada ausencia es como una columna truncada: una obra que quedó inconclusa, un vacío que interrumpe la armonía del templo. En la cadena de unión, un solo eslabón roto altera la forma del círculo. El simbolismo nos recuerda que el valor de la logia no está en la perfección de unos pocos, sino en la constancia de todos. El asiento vacío no es del hermano ausente: es una fractura de la logia misma.
Pero más allá de teorías, referencias y símbolos, hay algo esencial: el afecto fraterno. Un hermano que no vuelve a la logia no debería ser recordado solo con tristeza, sino buscado con ternura. Su ausencia no es un expediente que se cierra, sino un corazón que espera ser tocado. La masonería se desmorona si pierde la calidez del abrazo, la sinceridad del interés, la belleza del cuidado mutuo.
La ausencia de un hermano es un espejo en el que la logia se ve incompleta. No basta con registrar nombres ni sancionar faltas: debemos preguntarnos si seguimos siendo para cada uno un espacio de luz, de crecimiento y de fraternidad real. Si no lo hacemos, el riesgo es enorme: convertirnos en un club ritualista sin alma, un taller sin obra, un templo sin fuego. El asiento vacío nos recuerda que la masonería no puede reducirse a palabras, que solo se sostiene en la presencia viva, consciente y afectuosa de cada hermano. Ese vacío no es suyo: es nuestro. Y solo se colma cuando hacemos de la logia un verdadero hogar del espíritu, donde cada uno pueda encontrar luz, fraternidad y propósito.
Por otra parte, hay una ausencia que hace siempre presencia, son los hermanos que han partido hacia el Oriente Eterno nunca están ausentes de nuestras tenidas y debemos registrar su asistencia en el acta; su luz y su ejemplo permanecen en cada trabajo, en cada silencio y en cada palabra pronunciada en el templo. Ellos siguen siendo parte viva de la cadena de unión, recordándonos que la verdadera fraternidad trasciende el tiempo y la muerte, y que en el misterio del Gran Arquitecto Del Universo sus huellas iluminan nuestro sendero masónico.
Que el asiento vacío nos recuerde que no hay obra completa sin la presencia viva de cada hermano, que no hay templo verdadero sin la unión de todos los corazones, y que no hay masonería real sin la constancia fraterna que alimenta la luz. Que cada ausencia sea para nosotros un llamado a fortalecer la cadena, a buscar al hermano perdido y a mantener encendido el fuego sagrado del taller. Así, unidos en espíritu y en verdad, nuestra logia seguirá siendo un refugio de luz, fraternidad y propósito bajo la mirada del Gran Arquitecto Del Universo.
Mi Q.·.H.·. Tu invitación es una mirada profunda a la reflexión. Invita a detenerse y analizar que cosas han impulsado a los miembros a abandonar las filas y enfocar los esfuerzos en mejorar aquellas cosas que por acción u omisión ayudamos a tomar esa decisión.
ResponderEliminarMi querido hermano Juan, gracias por tu concepto tan objetivo sobre la intencionalidad de esta entrada que comparto en el día de hoy.
EliminarEste texto me ha dejado pensando que la ausencia de un Hermano en Logia no es simplemente un espacio vacío, sino un espejo que devuelve la imagen incompleta de la fraternidad. La reflexión me recuerda que la Masonería no se sostiene en las palabras ni en los rituales aislados, sino en la presencia viva y constante de cada uno. La verdadera interpelación está en preguntarnos si nuestra Logia sigue siendo hogar, abrigo y motivo de regreso para todos los que la conformamos.🤔
ResponderEliminarMi Q.·. H.·. Iván Herrera, me place mucho saber que este texto ha generado serias reflexiones en ti, sobre todo en la importancia dela presencia viva y constante de cada uno de nosotros en el taller.
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ResponderEliminarQ:.H:, Andy , luego de leer con detenimiento tu buen artículo y reflexionar sobre el mismo me pregunto y considero que el paso a seguir sería “investigar a profundidad las causas de las posibles ausencias , deserciones o retiros de los hermanos que motivados se iniciaron en la orden , pero que luego por múltiples motivos ya no están “; las preguntas obligadas sería: ?Porque se retiran los hermanos?, y ?Que estamos haciendo para resolver el problema de fondo? .
Realizando un estudio detallado y minucioso del problema considero que encontraremos las soluciones deseadas .
Solo lo que podamos medir , es posible solucionar .
Recibe un T:.A:.F:. y sigue adelante propagando la luz .