En el umbral del siglo XXI, la humanidad asiste a un fenómeno tan
trascendente como el descubrimiento del fuego o la imprenta: el surgimiento de
la inteligencia artificial generativa. En esta nueva era, la palabra —símbolo y
herramienta sagrada para el masón— ya no solo nace del pensamiento humano, sino
también de un entramado algorítmico capaz de imitar la razón, la emoción y la
creatividad. Frente a esta revolución silenciosa, la Masonería, como escuela de
sabiduría y conciencia, se ve convocada a un examen interior: ¿Cómo armonizar
las luces de la inteligencia artificial con las luces del templo interior?
No
se trata de una pregunta técnica, sino ontológica. Desde sus orígenes, la Orden
ha buscado formar hombres y mujeres libres, capaces de discernir entre la
piedra bruta y la piedra cúbica, entre la apariencia y la verdad. En ese
sentido, ChatGPT y otras inteligencias artificiales son nuevas herramientas del
taller, pero no sustitutos del trabajo iniciático. Como enseña Oswald Wirth, “el
trabajo masónico es esencialmente una obra interior; lo que se construye fuera
solo refleja el grado de perfección alcanzado dentro” (El Libro del Aprendiz,
1910).
De
acuerdo con el Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado,
Jurisdicción Sur de los Estados Unidos, “es nuestro deber anteponer la
curiosidad responsable a las convenientes sospechas conspirativas en todas las
cosas, y esto incluye la inteligencia artificial” (La Inteligencia
Artificial: Una mirada a la IA generativa como herramienta para su Valle,
2023). Esta afirmación encarna un principio masónico fundamental: la verdad no
teme al conocimiento, sino al uso irresponsable de la luz.
Así,
el debate no debe centrarse en si un masón puede usar la inteligencia
artificial, sino en cómo y para qué la usa; la herramienta, por sí misma, es
neutra, es el operador quien le confiere valor moral. En el plano ético, como
recordaba Kant, la acción no se juzga por su eficacia, sino por la pureza de su
intención. La inteligencia artificial puede, por tanto, ser instrumento de
iluminación o de profanación, dependiendo de si el hermano la emplea para
elevar su comprensión o para eludir su trabajo interior.
El
Pennsylvania Masons Magazine advertía recientemente que “toda implementación de
IA debe realizarse de tal manera que sostenga los principios masónicos de
honestidad, integridad y búsqueda de la verdad” (2024). Esta declaración
institucional condensa lo que podríamos llamar la deontología digital del masón
contemporáneo. Quien recurre a ChatGPT o a cualquier inteligencia artificial
para elaborar una plancha, debe hacerlo como quien usa el compás o el cincel:
con respeto, conciencia y responsabilidad.
Sin
embargo, el riesgo está latente: delegar la labor reflexiva al algoritmo y
confundir la sabiduría con la información. El pensamiento masónico no se
produce por acumulación de datos, sino por el acto de meditar sobre los
símbolos. W.L. Wilmshurst lo expresó con claridad: “El verdadero templo del
masón se construye en la mente y en el corazón; ningún otro edificio puede
contener la luz de la iniciación” (El Significado de la Masonería, 1922).
Por ello, el texto masónico generado sin conciencia interior es una obra vacía,
una fachada de sabiduría sin cimiento espiritual.
Aun
así, negar la utilidad de la inteligencia artificial sería un acto de
oscurantismo. The Square Magazine, en su edición de 2025, afirmaba: “Los
masones están en una posición única para abrazar la rápida evolución de la
inteligencia artificial” (G. Boussoutas-Thanassoulas, El masón del siglo
XXI y la inteligencia artificial). Esa posición privilegiada deriva del método
masónico mismo, basado en la autorregulación ética, la búsqueda de la verdad y
el perfeccionamiento constante. En lugar de temer a la herramienta, la Masonería
puede enseñarle al mundo a usar la tecnología con alma y discernimiento, con
equilibrio entre la razón y el espíritu.
La
Gran Logia de Arizona experimentó en 2023 con textos generados por ChatGPT en
su revista Arizona Masonry, reconociendo abiertamente el uso de la IA para
fines educativos. Este gesto de transparencia es éticamente ejemplar: el uso de
la inteligencia artificial no se oculta ni se disfraza de erudición, sino que
se presenta como apoyo pedagógico. Allí reside la frontera moral: no apropiarse
de lo que no es propio, sino transformar la información en sabiduría mediante
la vivencia iniciática.
Desde
una mirada filosófica, la inteligencia artificial puede ser comprendida como un
nuevo “espejo de la conciencia humana”. Al dialogar con ChatGPT, el masón no
conversa con una mente, sino con el reflejo estructurado de su propio
pensamiento colectivo. Cada respuesta devuelta por el algoritmo revela, en
última instancia, la suma del conocimiento humano que lo alimenta, pero también
su vacío espiritual. Esta tensión entre la luz racional y la ausencia de
espíritu interpela al masón contemporáneo: ¿Qué significa hoy “conocer” si la
palabra ya no requiere experiencia?
The
Square Magazine sintetiza esta cuestión ética cuando afirma: “El masón está
llamado a ser un ciudadano digital ético… El objetivo no es rechazar la
tecnología, sino convertirse en guardián de la libertad interior —un faro del
discernimiento” (El Masón como ciudadano ético en la era del algoritmo,
2024). En esta frase resuena la esencia del ideal masónico moderno: el masón no
huye del mundo, lo ilumina. No teme a la herramienta, pero tampoco se subordina
a ella.
En
esta nueva era, el mandamiento iniciático “Conócete a ti mismo” adquiere una
nueva dimensión. Usar la inteligencia artificial exige un conocimiento profundo
de sus límites, de sus sesgos y de su poder. Como en el mito de Prometeo, el
fuego robado a los dioses puede iluminar o consumir. Por eso, la ética masónica
debe situarse hoy en la frontera entre la creación y la conciencia, entre la
razón y la responsabilidad.
La
Masonería, fiel a su vocación de formar constructores de sentido, está llamada
a ser guardiana del uso ético de la inteligencia artificial. No se trata de
competir con la máquina, sino de preservar la humanidad que nos distingue. Tal
como lo expresó Hegel, “la conciencia se eleva en la medida en que se
enfrenta a aquello que la niega” (Fenomenología del Espíritu, 1807).
Enfrentar la inteligencia artificial no es combatirla, sino integrarla en el
proceso dialéctico de nuestra evolución moral y espiritual.
El
futuro de la Masonería no radica en la resistencia al cambio, sino en la
fidelidad a sus principios dentro del cambio. Si la inteligencia artificial
puede ayudarnos a ordenar ideas, a enriquecer el lenguaje o a explorar nuevos
horizontes de conocimiento, entonces será una aliada del Gran Arquitecto, no un
adversario. Pero si sustituye la introspección por la apariencia, o la vivencia
simbólica por la comodidad intelectual, se convertirá en un nuevo velo sobre la
verdad.
Por
ello, el uso de ChatGPT para la elaboración de planchas masónicas puede ser
éticamente legítimo si y solo si responde a una intención de crecimiento, de
búsqueda, de autenticidad. El hermano debe transformar cada palabra que recibe
en experiencia vivida; debe reconstruir el texto con su propia luz interior.
Como recordaba Jules Boucher, “el símbolo no revela su secreto a quien lo
estudia desde fuera; solo se abre a quien lo vive” (La Simbología Masónica,
1948).
Así,
el verdadero desafío no es tecnológico, sino espiritual: mantener la
centralidad del trabajo interior en una era de pensamiento asistido. En última
instancia, la inteligencia artificial puede ayudarnos a escribir, pero nunca
podrá iniciarnos. Puede ofrecer respuestas, pero no nos otorgará conciencia. La
palabra puede ser generada por un algoritmo, pero solo el corazón humano puede
dotarla de sentido trascendente.
En
esta encrucijada, los masones del siglo XXI debemos recordar que el templo se
construye con piedra viva, no con líneas de código. La IA puede ser un nuevo
cincel; el alma sigue siendo la mano que lo guía.
Referencias
bibliográficas
Boussoutas-Thanassoulas, G. (2025). El masón del siglo XXI y la inteligencia artificial. The Square Magazine.
Gran Logia de California. (2023). Una conversación con ChatGPT sobre la masonería. California Freemason.
Gran Logia
de Pennsylvania. (2024). Inteligencia artificial: riesgos y recompensas. Pennsylvania
Masons Magazine.
Supremo
Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Jurisdicción Sur de los Estados
Unidos (33°). (2023). La inteligencia artificial: una mirada a la “IA
generativa” como herramienta para su Valle. Washington D.C.
The Square
Magazine. (2024). El masón como ciudadano ético en la era del algoritmo.
Gran Logia
de Arizona. (2023). Inteligencia artificial y masonería – Reflexiones y
experimentos. Arizona Masonry.
Wirth, O.
(1910). El libro del aprendiz. París: Doin.
Wilmshurst,
W. L. (1922). El significado de la masonería. Londres: Rider & Co.
Boucher, J.
(1948). La simbología masónica. París: Dervy.
Hegel, G. W.
F. (1807). Fenomenología del espíritu. Leipzig: Felix Meiner.

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