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miércoles, 13 de agosto de 2025

EL SEGUNDO VIGILANTE Y SU RESPONSABILIDAD EN LA FORMACIÓN DE LOS APRENDICES MASONES - Anexo: Plan de formación progresiva para el Aprendiz Masón -

 


Sentado en el Sur, donde el Sol alcanza su cenit y la luz se encuentra en su apogeo, el S V representa simbólicamente el mediodía de la existencia: la juventud, la fuerza y el crecimiento interior. Esta posición no es meramente decorativa; representa el momento en que la energía vital está disponible en plenitud para la construcción. Por eso, es justamente en esta fase simbólica que se encuentran los Hermanos Aprendices, quienes han sido recién introducidos al templo y deben ser guiados con claridad, firmeza y ternura por alguien que entienda que formar es una forma de amar. Aquel que ocupa el sur no es solo un oficial de la logia: es el pedagogo, el centinela, el sembrador. En sus manos reposa la responsabilidad silenciosa pero decisiva de acompañar los primeros pasos de quienes inician el camino del Arte Real.

El título de S V implica, en primer lugar, vigilancia activa. No se trata de controlar, sino de observar con atención amorosa, de acompañar con discernimiento, de custodiar el proceso interior de transformación que cada A M inicia desde su ceremonia de iniciación. Esta vigilancia se ejerce en múltiples planos: en el plano ritual, asegurándose de que el Aprendiz conozca y practique correctamente los signos, toques, palabras y principios del grado; en el plano simbólico, ayudándole a leer los emblemas y herramientas con profundidad; y en el plano moral, siendo guía en la vivencia de los valores masónicos, tales como el silencio, la humildad, el trabajo constante, la rectitud, la fraternidad y el respeto a la tradición.

El Segundo Vigilante tiene la responsabilidad de abrir al Aprendiz las puertas del templo interior. Su función no se agota en preparar para un examen ritual, sino que consiste, ante todo, en formar iniciáticamente. Es decir, en ayudar a cada nuevo hermano a interiorizar el sentido profundo de los símbolos, a reflexionar sobre su propia piedra bruta, y a comenzar —con esfuerzo, paciencia y constancia— la ardua tarea del perfeccionamiento de sí mismo. No basta con transmitir información: es necesario despertar una conciencia. No basta con enseñar gestos: hay que sembrar sentido.

Esta labor no se realiza en solitario ni desde la abstracción. Requiere estructura, método, tiempo y contacto humano. Por eso, resulta muy útil que el S V organice encuentros regulares con los Aprendices, fuera de la tenida, donde puedan compartir lecturas, plantear preguntas, repasar rituales y, sobre todo, construir comunidad. Una pedagogía fraterna exige cercanía, empatía y paciencia. La enseñanza masónica no se impone; se inspira. Por ello, cada conversación, cada corrección, cada gesto de apoyo tiene un peso formativo incalculable. Así como la piedra no se pule de un solo golpe, el espíritu del Aprendiz se forma en el lento trabajo del ejemplo y la repetición.

Es recomendable que el S V lleve un seguimiento personal de cada Aprendiz, conociendo su progreso, sus dudas, su actitud en tenida, y su evolución como hombre o mujer libre y de buenas costumbres. Puede ser muy beneficioso mantener con cada uno de ellos una conversación fraterna, íntima, sin rigidez, donde puedan abrir el corazón, compartir sus inquietudes, y recibir orientación. De igual modo, es deseable que los motive a trabajar intelectualmente, a escribir sus primeras planchas, a estudiar los textos fundamentales de la Orden, y a comenzar a desarrollar un pensamiento simbólico propio.

 En términos más prácticos, resulta eficaz que el S V disponga de un pequeño plan de formación: que divida los temas según el tiempo de estadía en el grado, comenzando por la ceremonia de iniciación, los principios del grado, el simbolismo de las herramientas, y progresivamente introduzca al Aprendiz en temas éticos y filosóficos. Este plan no debe ser rígido ni académico, sino un camino vivo, adaptado a cada hermano, pero sostenido por una lógica de progresión interior. A medida que se acerca el momento del pase, el S V debe preparar al Aprendiz no sólo en lo técnico, sino en lo esencial: en si ha comprendido verdaderamente lo que significa ser iniciado, y si ha comenzado a vivir la Masonería en sus actos, no solo en sus palabras.

Nada de esto será eficaz si el S V no encarna él mismo lo que enseña. El ejemplo es el verdadero maestro. Un Vigilante que exige puntualidad, pero llega tarde, que predica el estudio, pero no estudia, que habla de fraternidad, pero no escucha ni acompaña, pierde autoridad moral ante los ojos del Aprendiz. En cambio, cuando el Aprendiz ve en su Vigilante un Hermano coherente, humilde, firme pero justo, estudioso y fraterno, entonces lo admira y, por tanto, lo escucha. La pedagogía masónica es, ante todo, una pedagogía del ser.

El S V debe también actuar en estrecha colaboración con el P V y con el V M, informando sobre los progresos de los Aprendices, aconsejando sobre su madurez para pasar al grado de Compañero, y solicitando el apoyo de otros Maestros para reforzar el proceso formativo cuando sea necesario. Formar no es tarea de un solo hermano, sino una responsabilidad colectiva; pero recae en el S V la dirección de esa sinfonía, como un director de orquesta que escucha, corrige y anima sin ahogar la voz individual de cada instrumento.

Finalmente, conviene que el S V no se olvide de formar también a su propio sucesor. Todo oficio es transitorio, pero el legado de una buena formación se perpetúa. Si logra sembrar en los Aprendices la semilla del estudio, de la introspección, del servicio y del amor al símbolo, entonces habrá cumplido con honor su deber. En cambio, si reduce su función a formalismos sin alma, o delega su responsabilidad sin involucrarse, habrá fallado a su logia y al Espíritu que la anima.

El S V es, en el fondo, un artesano de conciencias. A él se le confía la luz del mediodía para que alumbre el sendero de quienes empiezan. Que lo haga con la serenidad del Sol en lo alto: sin estruendo, sin sombra, pero con toda la claridad de la Verdad que solo se revela a quienes trabajan con rectitud, perseverancia y amor fraternal.

Esta labor no se realiza en solitario ni desde la abstracción. Requiere estructura, método, tiempo y contacto humano. Una pedagogía fraterna exige cercanía, empatía y paciencia. La enseñanza masónica no se impone; se inspira.

Además de guiar el aprendizaje de los principios del grado y la correcta ejecución de los signos, el S V debe procurar que los Aprendices reciban un plan de formación progresiva para el aprendiz masón

Estas temáticas no deben ser impartidas como lecciones rígidas, sino como invitaciones a la reflexión personal y colectiva. Es preferible que el Aprendiz descubra por sí mismo, a partir de preguntas guiadas, el significado profundo de los símbolos, para que la enseñanza toque su espíritu y no sólo su memoria. El S V debe ser, pues, un facilitador de sentido, un sembrador de inquietudes, un Hermano que muestra caminos más que soluciones cerradas.

  

ANEXO

PLAN DE FORMACIÓN PROGRESIVA PARA EL APRENDIZ MASÓN

Guía práctica para el Segundo Vigilante

 1. Primeras semanas tras la iniciación: Etapa de integración inicial — comprensión de la experiencia vivida

-El sentido profundo de la ceremonia de iniciación: estructura, simbolismo, vivencia personal.

-El ingreso en la logia: derechos, deberes del Aprendiz y compromisos asumidos.

-El templo masónico: significado del Oriente, Occidente, Sur, columnas, cuadro de logia, tres grandes luces, tres columnas.

-La disciplina del silencio y de la escucha.

 2. Primer ciclo de formación: Asimilación ritual y primeras herramientas simbólicas

-Principios del grado de Aprendiz: repaso y comprensión profunda.

-Las herramientas del Aprendiz: La piedra bruta, el mazo, el cincel y la regla de veinticuatro pulgadas.

-Reflexión sobre el trabajo del Aprendiz como símbolo del trabajo interior.

 3. Segundo ciclo de formación: Exploración simbólica y moral

-La Escuadra: símbolo de rectitud moral y de justicia.

-El Compás: dominio de sí mismo, equilibrio interior.

-Las tres grandes luces (Escuadra, Compás y Volumen de la Ley Sagrada).

-Las tres columnas (Sabiduría, Fuerza y Belleza).

-Reflexión sobre los principios de libertad, igualdad y fraternidad en la vida del Aprendiz.

 4. Tercer ciclo de formación: Apertura a la dimensión filosófica y ética de la Masonería

-El método simbólico como vía de autoconocimiento.

-El Arte Real como vía de transformación del ser.

-La discreción masónica: dimensión ética y prudencial.

-El trabajo interior como tarea permanente: perfeccionamiento personal.

-La importancia de la humildad y del servicio en la vida masónica.

 5. Cuarto ciclo de formación — etapa de maduración: Preparación hacia el pase de grado

-Revisión completa de los principios del grado y ritual.

-Estudio reflexivo de textos fundamentales (Constituciones de Anderson, rituales antiguos, planchas clásicas de la Orden).

-El sentido de la progresión de los grados: Aprendiz, Compañero, Maestro.

-La vida masónica fuera del Templo: conducta profana y coherencia iniciática.

-Reflexión personal: ¿Qué he aprendido como Aprendiz? ¿Estoy preparado para solicitar el aumento de salario? ¿Qué aspectos debo seguir trabajando?

 Principios metodológicos para el Segundo Vigilante

-Fomentar la reflexión, no la mera memorización.

-Estimular la participación activa en círculos de estudio.

-Usar preguntas abiertas que inviten al pensamiento simbólico.

-Promover el trabajo escrito: pequeñas planchas o reflexiones.

-Mantener siempre un espacio de diálogo personal con cada Aprendiz.

-Evaluar no sólo el conocimiento ritual, sino la madurez moral y la actitud general.

-Este plan es naturalmente flexible: cada logia y cada Hermano tiene su propio ritmo.

-El Segundo Vigilante debe actuar con discernimiento, adaptando la profundidad y el enfoque de los temas a la evolución de sus Aprendices.


1 comentario:

  1. El segundo Vigilante uno de los guerreros mayores de nuestra ritualidad,excelente blog .

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