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martes, 19 de agosto de 2025

RELACIONES EXISTENTES ENTRE LAS COLUMNAS DE LA FUERZA Y DE LA BELLEZA CON EL SEGUNDO VIGILANTE

 


Este es el cuarto trabajo de cinco, donde pretendo, desde una profundidad académica y bibliográficamente documentada, hacer claridad sobre las relaciones existentes entre las tres luces -sabiduría, fuerza y belleza- con los Dignatarios del Taller -venerable maestro, primer vigilante y segundo vigilante- como también con los órdenes arquitectónicos clásicos -jónico, dórico y corintio. -

 

El templo masónico, imagen visible de un orden invisible, se erige sobre tres columnas que representan principios cósmicos y éticos: sabiduría, fuerza y belleza. Cada una no sólo sostiene la estructura del taller, sino que también constituye un aspecto esencial del alma en formación. La columna de la belleza, tradicionalmente custodiada por el segundo vigilante, representa la armonía que nace del equilibrio entre la sabiduría que traza el plan y la fuerza que lo ejecuta. el segundo vigilante, desde su sitial en el sur, en el cenit del sol, preside el momento más pleno de la luz, allí donde la forma se muestra en todo su esplendor. Es el guardián del mediodía simbólico, el tiempo de la madurez, del arte, de la realización.

Sin embargo, esa belleza que le corresponde no puede existir sin el soporte previo y permanente de la fuerza. La piedra que embellece ha debido ser previamente extraída con trabajo riguroso, y todo ello pertenece al campo de acción de la fuerza. De allí que la relación entre el segundo vigilante y la columna de la fuerza no sea secundaria ni accidental, sino profundamente estructural. Jules Boucher[1] expresa esta interdependencia al afirmar que “la Belleza no es mero adorno, sino la armonía de las fuerzas contenidas” -El Simbolismo Masónico-. El segundo vigilante, aunque no representa directamente a la fuerza, la canaliza en un plano más elevado: la transforma en ritmo, proporción y equilibrio.

Si el primer vigilante representa la fuerza que estructura la obra, el segundo es la belleza que inspira, que suaviza, que conduce con dulzura al aprendiz por la senda de la disciplina sin autoritarismo, sin servilismo. Así, el aprendiz no es un mero ejecutor de órdenes, sino un creador incipiente, un obrero de sí mismo que comienza a descubrir que el templo no se edifica fuera, sino en las dimensiones interiores de su ser.

La dirección del segundo vigilante no es rígida ni unívoca. Es, como lo enseñan los antiguos misterios, una conducción pedagógica del alma, un acompañamiento silencioso, que observa los símbolos que despiertan al neófito, que le muestra sin imponer, que le da herramientas sin construir por él. Como un instructor que vela por el crecimiento espiritual, permite el error para que nazca la corrección, permite la confusión para que surja el entendimiento.

 Manly Palmer Hall[2] enseña que “la belleza es la coronación de la acción sabia y fuerte; el aprendiz la manifiesta cuando su fuerza está guiada por la inteligencia y suavizada por la sensibilidad” -las enseñanzas secretas de todos los tiempos-. En este sentido, el segundo vigilante, mientras custodia la belleza, continúa necesitando la fuerza, no ya como potencia bruta, sino como energía refinada, como ímpetu que se somete a la proporción.

El sur, lugar simbólico donde se asienta este oficial, es también el punto donde el sol brilla en su máxima plenitud. No hay sombras en su hora; todo está expuesto, revelado, manifestado. Es el dominio de la belleza porque allí la obra comienza a verse. Sin embargo, no hay manifestación que no haya sido sostenida por una raíz invisible: la fuerza. Oswald Wirth[3] advierte que “fuerza y belleza no pueden oponerse sin destruir el equilibrio del templo. La belleza es el rostro visible de una fuerza que ha sido contenida, modelada y ofrecida” -El Simbolismo Masónico-. El segundo vigilante, en su vigilancia sobre los aprendices, vela por que esta alquimia se cumpla: que la energía no se disuelva en dispersión, ni que la forma pierda su vitalidad.

Albert G. Mackey[4] también indica que “El segundo vigilante, asociado con la belleza, debe supervisar la plena luz de los resultados del trabajo. Sin embargo, la belleza no puede sostenerse a menos que la fuerza la sostenga.” -Enciclopedia de la Francmasonería-. Así, el segundo vigilante se convierte en mediador entre la manifestación y la potencia que la sostiene. Él no sólo transmite enseñanzas: instruye a los obreros para que no olviden que la belleza, si no se apoya en la fuerza, se convierte en ilusión frágil, y que la fuerza, sin la belleza, permanece incompleta, incapaz de revelarse.

En el plano esotérico, podemos decir que el segundo vigilante representa la entrada del alma en la gran etapa de la iniciación, aquella en la que se aborda el trabajo rudimentario para pulir la obra artística del espíritu. Pero incluso aquí, la fuerza es necesaria, como constancia, como equilibrio interno, como perseverancia en la creación. René Guénon[5] lo expresa con claridad cuando afirma que “no hay belleza verdadera que no sea expresión de una fuerza equilibrada” -Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada-. Así, el segundo vigilante se convierte en un transmisor doble: porta la belleza, pero debe contener la fuerza; la representa, pero también la encarna en forma sutil.

Por tanto, la verdadera relación del segundo vigilante con las columnas no puede reducirse a una asignación simbólica exclusiva. Aunque la belleza es su dominio inmediato, su función iniciática está tejida con la fuerza. No podría instruir, armonizar ni embellecer si no poseyera en su interior la memoria activa de la columna B. La fuerza y la belleza se entrelazan en la formación del aprendizaje; la vigilancia que ordena se vuelve medida, proporción, gracia. Así, el segundo vigilante es tanto hijo de la fuerza como siervo de la belleza , no puede elegir entre ambas: debe reconciliarlas; es precisamente esa reconciliación lo que hace de su cargo una escuela de equilibrio interior, porque en la logia, como en el alma, toda belleza auténtica brota de una fuerza purificada.

Para concluir este trabajo, vuelvo la mirada al sur del templo, allí donde el segundo vigilante vela en silencio el momento más pleno de la luz. Desde ese sitial solar, él dirige el trabajo del aprendiz, quien está desbastado su piedra bruta para poder, en el siguiente grado, dotarla de forma, proporción y sentido. Lo contemplo con respeto, no como un simple oficial, sino como arquetipo del alma que ha aprendido a armonizar los contrarios.

La columna que le ha sido confiada es la belleza, y no es casual, el representa esa etapa del camino en la que la energía debe ser dominada y la voluntad debe ser templada; belleza no como adorno, sino como equilibrio entre las fuerzas que operan en el alma del iniciado; el segundo vigilante no sólo enseña a construir, sino a hacerlo con elegancia espiritual, con proporción ética, con resonancia interior; la belleza es su dominio, su oficio y su espejo. Sin embargo, también he comprendido que en su mano aún vibra la memoria de la fuerza, porque nadie puede armonizar si no ha conocido primero la tensión, la resistencia, el pulso vital que sostiene toda obra. El segundo vigilante no ejerce la fuerza como el primer vigilante, pero la contiene en forma más sutil. Su belleza no sería real si no descansara sobre la fuerza ya integrada, ya equilibrada. No reniega de la columna B, la sublima.

Así entiendo ahora la verdadera relación: el segundo vigilante es el custodio directo de la columna de la belleza, pero su función no podría existir sin la fuerza que sustenta, empuja y da estructura a esa belleza. La belleza es su lenguaje, pero la fuerza es su aliento interior, una sin la otra no sería más que vacío.

Y en esta síntesis descubro mi propio trabajo como masón: aprender a embellecer con equilibrio lo que primero debí forjar con esfuerzo. Recordar siempre que en el sur no se descansa, se perfecciona, que toda armonía visible no es más que el eco silencioso de una fuerza que ya ha encontrado su forma.

Por lo anterior, la columna de la belleza representa el punto de equilibrio en el proceso iniciático. El segundo vigilante, como su custodio, vela porque el trabajo iniciado por la sabiduría y ejecutado con fuerza se manifieste con armonía, justicia y proporción. En él recae la responsabilidad de formar al aprendiz como artista de sí mismo, como constructor de un templo cuya belleza refleja su equilibrio interior.

 

Citas de autores masónicos sobre la relación entre la Columna de la Fuerza y el Segundo Vigilante

 1. Oswald Wirth: — El simbolismo masónico, capítulo sobre la armonía de las columnas.

 “La Belleza no puede brillar sino por medio de una Fuerza previamente canalizada. Así, el Segundo Vigilante debe saber edificar con armonía lo que el Primer Vigilante ha fundado con vigor.”

2. Jules Boucher: — El Simbolismo Masónico, sección sobre el grado de Aprendiz.

 “El Aprendiz, que se encuentra bajo la dirección del Segundo Vigilante, trabaja con herramientas que exigen Fuerza, pero ya no una fuerza bruta, sino una fuerza transformada en habilidad, paciencia y precisión.”

3. W.L. Wilmshurst: – El significado de La Masonería -El significado de la masonería-, capítulo sobre los pilares del templo.

 “El Segundo Vigilante, custodio de la Belleza, no puede realizar su función sin el sostén de la Fuerza. La forma nace de la potencia; por eso, el equilibrio de las columnas es el equilibrio del alma.”

4. Albert G. Mackey: – Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre “Segundo Vigilante”.

 “El Guardián Menor vigila hacia el Sur, donde el sol está en su altura meridiana, símbolo de plenitud de actividad, una actividad que debe ser sostenida por la Fuerza, para que la Belleza no se vuelva fragilidad.”

5. Manly P. Hall: –Las enseñanzas secretas de todas las épocas-, sección sobre el triángulo ternario masónico.

“Cada uno de los pilares sostiene no solo el templo, sino también a los demás. El pilar de la Belleza no es pasivo: debe poseer la fuerza para moldear y la sabiduría para conocer. Así, el Segundo Vigilante canaliza la fuerza que hereda”.

6. René Guénon: – Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre el ternario iniciático

“No hay Belleza verdadera que no sea expresión de una Fuerza equilibrada. El Sur, que representa la manifestación, sólo puede irradiar si se sustenta en el principio activo de la Fuerza ya purificada.”

7. Jean-Marie Ragon: – Curso filosófico e interpretativo de iniciaciones antiguas y modernas, apartado sobre los Oficiales de logia.

 “El Segundo Vigilante no es ajeno a la Fuerza: su papel es darle forma armónica. Él no engendra la energía, pero la ordena y la embellece con destreza simbólica.”

 

Citas de autores masónicos sobre la relación entre la Columna de la Belleza y el Segundo Vigilante

 1. Oswald Wirth: – El simbolismo masónico, capítulo sobre las columnas.

“La Belleza expresa el equilibrio logrado entre la Sabiduría que concibe y la Fuerza que actúa. El Segundo Vigilante, en su puesto del Sur, vela por la manifestación armoniosa de la obra en ejecución.”

2. W.L. Wilmshurst: –El Significado de la Masonería- capítulo sobre los oficiales.

“La columna de Belleza es la expresión visible de la obra interior ya en marcha. El Segundo Vigilante representa la etapa en que el alma encuentra proporción y forma. Su función es dar dirección estética y moral al esfuerzo iniciado.”

3. Jules Boucher: – El Simbolismo Masónico, sección sobre el grado de Aprendiz.

“La Belleza no es una cualidad superficial, sino la armonía del conjunto. El Segundo Vigilante la encarna cuando modera, educa y guía al Aprendiz en el arte de perfeccionar su herramienta interior.”

4. Albert G. Mackey: – Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre “Segundo Vigilante”.

“El Segundo Vigilante se sitúa en el Sur y está asociado con el pilar de la Belleza, porque es a plena luz del día (actividad y visibilidad) que se revela la belleza de la estructura Masónica.”

5. Manly P. Hall: – Las enseñanzas secretas de todas las épocas -Las enseñanzas secretas de todas las épocas-, sección sobre arquitectura simbólica.

“En la Masonería, la Belleza es la cualidad suprema. El Segundo Vigilante, quien se encuentra en la cima del poder del sol, supervisa la culminación de lo que la Sabiduría planeó y la Fuerza sostuvo.”

6. René Guénon: – Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre las columnas del templo.

“Las tres columnas constituyen una tríada en la cual Belleza representa el equilibrio logrado por la acción coordinada de los principios activos y pasivos. El Segundo Vigilante custodia esa síntesis en el plano operativo.”

7. Jean-Marie Ragon: – Curso filosófico e interpretativo de iniciaciones antiguas y modernas, apartado sobre los Oficiales.

“El Sur, regido por el Segundo Vigilante, es el punto de la culminación y la plenitud. La Belleza es la flor de la obra; exige precisión, sensibilidad y sabiduría en acción.”



[1] Jules Eugène Boucher​ ​ (28 de febrero de 1902-9 de junio de 1955), fue un escritor, ocultista, alquimista, masón y gran maestro francés.​ Su libro El Símbolo Masónico es utilizado como un manual entre los masones franceses.​Boucher publicó varios artículos sobre alquimia y masonería en las revistas: Simbolismo, tu Felicidad e Iniciación y Ciencia.

[2] Manly Palmer Hall (18 de marzo de 1901-29 de agosto de 1990) fue un autor canadiense sobre el ocultismo, la mitología y las religiones. Su obra más conocida es Las enseñanzas secretas de todos los tiempos, Las claves perdidas de la masonería, El destino secreto de América, El ocultismo de la anatomía del hombre, Los iniciados de la llama":

Esta obra explora el simbolismo y las enseñanzas de varias tradiciones iniciáticas, incluyendo la masonería. ​

[3] Oswald Wirth. (5 de agosto de 1860, Brienz, Suiza - 9 de marzo de 1943) Gran conocedor de las tradiciones antiguas, escribió varias obras que han llegado a nuestros días como auténticos clásicos del mundo iniciático y el simbolismo, como los famosos manuales de Aprendiz, Compañero y Maestro, El ideal iniciático, El simbolismo astrológico, El simbolismo hermético y su relación con la alquimia y la francmasonería, Hermetismo y francmasonería, La imposición de las manos, Tarot y el arte de la memoria y Teoría y símbolos de la filosofía hermética. También es autor del conocido como «Tarot de Wirth», uno de los más ampliamente difundidos en todo el mundo

[4] Albert Gallatin Mackey (12 de marzo de 1807-20 de junio de 1881) fue un médico y escritor estadounidense, conocido por sus libros y artículos acerca de la francmasonería, en particular por los landmarks. Albert G. Mackey es conocido por su prolífica obra sobre masonería, destacándose por su análisis profundo del simbolismo, la historia y la ley masónica. Entre sus obras más importantes se encuentran: El Simbolismo de la Masonería, Léxico de la masonería, Enciclopedia de la Francmasonería y Manual de la Logia (Un manual que ofrece instrucciones para los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, así como ceremonias como instalaciones y dedicaciones).

[5] René Guénon o Abd al-Wâhid Yahyâ (15 de nov. de 1886 -7 de ene. de 1951) fue un matemático, masón, filósofo y esoterista francés Es conocido por sus publicaciones de carácter filosófico espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y divulgación de las tradiciones espirituales. Fue un intelectual que sigue siendo una figura influyente en el dominio de la metafísica. Obras Masónicas: El Simbolismo de la Cruz, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, La Gran Tríada, Autoridad Espiritual y Poder Temporal

 

1 comentario:

  1. Al leer el trabajo sobre el Segundo Vigilante, no puedo evitar sentir que este cargo masónico encierra una enseñanza profundamente humana: la Belleza no es un simple adorno ni un resultado superficial, sino la expresión armónica de un esfuerzo sostenido. La reflexión me lleva a pensar que, en la vida, ocurre algo semejante: todo lo que vemos como “bello” o equilibrado ha sido antes fruto de una lucha interior, de constancia y de disciplina.
    El documento resalta cómo el Segundo Vigilante custodia la Belleza, pero al mismo tiempo se alimenta de la Fuerza que le da vida. Para mí, ese simbolismo es revelador porque nos recuerda que no existe plenitud sin trabajo, ni madurez sin haber transitado por la resistencia. La Belleza que se contempla en el sur del templo es, en el fondo, el rostro amable de un proceso más arduo y silencioso que ya se ha vivido.
    Me parece significativo que se describa al Segundo Vigilante como un pedagogo espiritual, que guía sin imponer, que muestra sin obligar. Esa idea me inspira porque refleja un liderazgo distinto, uno que acompaña en lugar de dominar. La verdadera enseñanza, tanto en la Masonería como en la vida cotidiana, no consiste en transmitir dogmas rígidos, sino en ofrecer símbolos y ejemplos que despierten la conciencia de cada persona.
    En mi opinión, la enseñanza más poderosa de este trabajo es la invitación a reconciliar aparentes contrarios: Fuerza y Belleza, rigor y suavidad, disciplina y creatividad. El Segundo Vigilante encarna precisamente esa síntesis, recordándonos que la plenitud no surge de un extremo, sino del equilibrio. Y ese mensaje, más allá de lo ritual, lo entiendo como un llamado personal: aprender a pulir lo que llevo dentro con esfuerzo, pero también a embellecerlo con sensibilidad

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