Este es el cuarto
trabajo de cinco, donde pretendo, desde una profundidad académica y
bibliográficamente documentada, hacer claridad sobre las relaciones existentes
entre las tres luces -sabiduría, fuerza y belleza- con los Dignatarios del
Taller -venerable maestro, primer vigilante y segundo vigilante- como también
con los órdenes arquitectónicos clásicos -jónico, dórico y corintio. -
El templo
masónico, imagen visible de un orden invisible, se erige sobre tres columnas
que representan principios cósmicos y éticos: sabiduría, fuerza y belleza. Cada
una no sólo sostiene la estructura del taller, sino que también constituye un
aspecto esencial del alma en formación. La columna de la belleza,
tradicionalmente custodiada por el segundo vigilante, representa la armonía que
nace del equilibrio entre la sabiduría que traza el plan y la fuerza que lo
ejecuta. el segundo vigilante, desde su sitial en el sur, en el cenit del sol,
preside el momento más pleno de la luz, allí donde la forma se muestra en todo
su esplendor. Es el guardián del mediodía simbólico, el tiempo de la madurez,
del arte, de la realización.
Sin embargo,
esa belleza que le corresponde no puede existir sin el soporte previo y
permanente de la fuerza. La piedra que embellece ha debido ser previamente
extraída con trabajo riguroso, y todo ello pertenece al campo de acción de la
fuerza. De allí que la relación entre el segundo vigilante y la columna de la
fuerza no sea secundaria ni accidental, sino profundamente estructural. Jules
Boucher[1]
expresa esta interdependencia al afirmar que “la Belleza no es mero adorno,
sino la armonía de las fuerzas contenidas” -El Simbolismo Masónico-. El
segundo vigilante, aunque no representa directamente a la fuerza, la canaliza
en un plano más elevado: la transforma en ritmo, proporción y equilibrio.
Si el primer
vigilante representa la fuerza que estructura la obra, el segundo es la belleza
que inspira, que suaviza, que conduce con dulzura al aprendiz por la senda de
la disciplina sin autoritarismo, sin servilismo. Así, el aprendiz no es un mero
ejecutor de órdenes, sino un creador incipiente, un obrero de sí mismo que
comienza a descubrir que el templo no se edifica fuera, sino en las dimensiones
interiores de su ser.
La dirección
del segundo vigilante no es rígida ni unívoca. Es, como lo enseñan los antiguos
misterios, una conducción pedagógica del alma, un acompañamiento silencioso,
que observa los símbolos que despiertan al neófito, que le muestra sin imponer,
que le da herramientas sin construir por él. Como un instructor que vela por el
crecimiento espiritual, permite el error para que nazca la corrección, permite
la confusión para que surja el entendimiento.
Manly Palmer Hall[2]
enseña que “la belleza es la coronación de la acción sabia y fuerte; el
aprendiz la manifiesta cuando su fuerza está guiada por la inteligencia y
suavizada por la sensibilidad” -las enseñanzas secretas de todos los
tiempos-. En este sentido, el segundo vigilante, mientras custodia la belleza,
continúa necesitando la fuerza, no ya como potencia bruta, sino como energía
refinada, como ímpetu que se somete a la proporción.
El sur,
lugar simbólico donde se asienta este oficial, es también el punto donde el sol
brilla en su máxima plenitud. No hay sombras en su hora; todo está expuesto,
revelado, manifestado. Es el dominio de la belleza porque allí la obra comienza
a verse. Sin embargo, no hay manifestación que no haya sido sostenida por una
raíz invisible: la fuerza. Oswald Wirth[3]
advierte que “fuerza y belleza no pueden oponerse sin destruir el equilibrio
del templo. La belleza es el rostro visible de una fuerza que ha sido
contenida, modelada y ofrecida” -El Simbolismo Masónico-. El segundo
vigilante, en su vigilancia sobre los aprendices, vela por que esta alquimia se
cumpla: que la energía no se disuelva en dispersión, ni que la forma pierda su
vitalidad.
Albert G.
Mackey[4]
también indica que “El segundo vigilante, asociado con la belleza, debe
supervisar la plena luz de los resultados del trabajo. Sin embargo, la belleza
no puede sostenerse a menos que la fuerza la sostenga.” -Enciclopedia de la
Francmasonería-. Así, el segundo vigilante se convierte en mediador entre la
manifestación y la potencia que la sostiene. Él no sólo transmite enseñanzas:
instruye a los obreros para que no olviden que la belleza, si no se apoya en la
fuerza, se convierte en ilusión frágil, y que la fuerza, sin la belleza,
permanece incompleta, incapaz de revelarse.
En el plano
esotérico, podemos decir que el segundo vigilante representa la entrada del
alma en la gran etapa de la iniciación, aquella en la que se aborda el trabajo
rudimentario para pulir la obra artística del espíritu. Pero incluso aquí, la
fuerza es necesaria, como constancia, como equilibrio interno, como
perseverancia en la creación. René Guénon[5]
lo expresa con claridad cuando afirma que “no hay belleza verdadera que no
sea expresión de una fuerza equilibrada” -Símbolos fundamentales de la
Ciencia Sagrada-. Así, el segundo vigilante se convierte en un transmisor
doble: porta la belleza, pero debe contener la fuerza; la representa, pero
también la encarna en forma sutil.
Por tanto,
la verdadera relación del segundo vigilante con las columnas no puede reducirse
a una asignación simbólica exclusiva. Aunque la belleza es su dominio
inmediato, su función iniciática está tejida con la fuerza. No podría instruir,
armonizar ni embellecer si no poseyera en su interior la memoria activa de la
columna B. La fuerza y la belleza se entrelazan en la formación del
aprendizaje; la vigilancia que ordena se vuelve medida, proporción, gracia.
Así, el segundo vigilante es tanto hijo de la fuerza como siervo de la belleza
, no puede elegir entre ambas: debe reconciliarlas; es precisamente esa
reconciliación lo que hace de su cargo una escuela de equilibrio interior, porque
en la logia, como en el alma, toda belleza auténtica brota de una fuerza
purificada.
Para
concluir este trabajo, vuelvo la mirada al sur del templo, allí donde el segundo
vigilante vela en silencio el momento más pleno de la luz. Desde ese sitial
solar, él dirige el trabajo del aprendiz, quien está desbastado su piedra bruta
para poder, en el siguiente grado, dotarla de forma, proporción y sentido. Lo
contemplo con respeto, no como un simple oficial, sino como arquetipo del alma
que ha aprendido a armonizar los contrarios.
La columna
que le ha sido confiada es la belleza, y no es casual, el representa esa etapa
del camino en la que la energía debe ser dominada y la voluntad debe ser
templada; belleza no como adorno, sino como equilibrio entre las fuerzas que
operan en el alma del iniciado; el segundo vigilante no sólo enseña a
construir, sino a hacerlo con elegancia espiritual, con proporción ética, con
resonancia interior; la belleza es su dominio, su oficio y su espejo. Sin
embargo, también he comprendido que en su mano aún vibra la memoria de la fuerza,
porque nadie puede armonizar si no ha conocido primero la tensión, la
resistencia, el pulso vital que sostiene toda obra. El segundo vigilante no
ejerce la fuerza como el primer vigilante, pero la contiene en forma más sutil.
Su belleza no sería real si no descansara sobre la fuerza ya integrada, ya
equilibrada. No reniega de la columna B, la sublima.
Así entiendo
ahora la verdadera relación: el segundo vigilante es el custodio directo de la
columna de la belleza, pero su función no podría existir sin la fuerza que
sustenta, empuja y da estructura a esa belleza. La belleza es su lenguaje, pero
la fuerza es su aliento interior, una sin la otra no sería más que vacío.
Y en esta
síntesis descubro mi propio trabajo como masón: aprender a embellecer con
equilibrio lo que primero debí forjar con esfuerzo. Recordar siempre que en el
sur no se descansa, se perfecciona, que toda armonía visible no es más que el
eco silencioso de una fuerza que ya ha encontrado su forma.
Por lo
anterior, la columna de la belleza representa el punto de equilibrio en el
proceso iniciático. El segundo vigilante, como su custodio, vela porque el
trabajo iniciado por la sabiduría y ejecutado con fuerza se manifieste con
armonía, justicia y proporción. En él recae la responsabilidad de formar al aprendiz
como artista de sí mismo, como constructor de un templo cuya belleza refleja su
equilibrio interior.
Citas de
autores masónicos sobre la relación entre la Columna de la Fuerza y el Segundo
Vigilante
1. Oswald Wirth: — El simbolismo masónico, capítulo sobre la armonía de las columnas.
“La Belleza no puede brillar sino por medio de
una Fuerza previamente canalizada. Así, el Segundo Vigilante debe saber
edificar con armonía lo que el Primer Vigilante ha fundado con vigor.”
2. Jules
Boucher: — El Simbolismo Masónico, sección sobre el grado de Aprendiz.
“El Aprendiz, que se encuentra bajo la
dirección del Segundo Vigilante, trabaja con herramientas que exigen Fuerza,
pero ya no una fuerza bruta, sino una fuerza transformada en habilidad,
paciencia y precisión.”
3. W.L.
Wilmshurst:
– El significado de La Masonería -El significado de la masonería-,
capítulo sobre los pilares del templo.
“El Segundo Vigilante, custodio de la Belleza,
no puede realizar su función sin el sostén de la Fuerza. La forma nace de la
potencia; por eso, el equilibrio de las columnas es el equilibrio del alma.”
4. Albert
G. Mackey:
– Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre “Segundo Vigilante”.
“El Guardián Menor vigila hacia el Sur, donde
el sol está en su altura meridiana, símbolo de plenitud de actividad, una
actividad que debe ser sostenida por la Fuerza, para que la Belleza no se
vuelva fragilidad.”
5. Manly
P. Hall:
–Las enseñanzas secretas de todas las épocas-, sección sobre el triángulo
ternario masónico.
“Cada uno de
los pilares sostiene no solo el templo, sino también a los demás. El pilar de
la Belleza no es pasivo: debe poseer la fuerza para moldear y la sabiduría para
conocer. Así, el Segundo Vigilante canaliza la fuerza que hereda”.
6. René
Guénon: –
Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre el ternario
iniciático
“No hay
Belleza verdadera que no sea expresión de una Fuerza equilibrada. El Sur, que
representa la manifestación, sólo puede irradiar si se sustenta en el principio
activo de la Fuerza ya purificada.”
7.
Jean-Marie Ragon:
– Curso filosófico e interpretativo de iniciaciones antiguas y modernas,
apartado sobre los Oficiales de logia.
“El Segundo Vigilante no es ajeno a la Fuerza:
su papel es darle forma armónica. Él no engendra la energía, pero la ordena y
la embellece con destreza simbólica.”
Citas de
autores masónicos sobre la relación entre la Columna de la Belleza y el Segundo
Vigilante
1. Oswald Wirth: – El simbolismo masónico, capítulo sobre las columnas.
“La Belleza
expresa el equilibrio logrado entre la Sabiduría que concibe y la Fuerza que
actúa. El Segundo Vigilante, en su puesto del Sur, vela por la manifestación
armoniosa de la obra en ejecución.”
2. W.L.
Wilmshurst:
–El Significado de la Masonería- capítulo sobre los oficiales.
“La columna
de Belleza es la expresión visible de la obra interior ya en marcha. El Segundo
Vigilante representa la etapa en que el alma encuentra proporción y forma. Su
función es dar dirección estética y moral al esfuerzo iniciado.”
3. Jules
Boucher:
– El Simbolismo Masónico, sección sobre el grado de Aprendiz.
“La Belleza
no es una cualidad superficial, sino la armonía del conjunto. El Segundo
Vigilante la encarna cuando modera, educa y guía al Aprendiz en el arte de
perfeccionar su herramienta interior.”
4. Albert
G. Mackey:
– Enciclopedia de la Francmasonería, entrada sobre “Segundo Vigilante”.
“El Segundo
Vigilante se sitúa en el Sur y está asociado con el pilar de la Belleza, porque
es a plena luz del día (actividad y visibilidad) que se revela la belleza de la
estructura Masónica.”
5. Manly
P. Hall:
– Las enseñanzas secretas de todas las épocas -Las enseñanzas secretas de
todas las épocas-, sección sobre arquitectura simbólica.
“En la
Masonería, la Belleza es la cualidad suprema. El Segundo Vigilante, quien se
encuentra en la cima del poder del sol, supervisa la culminación de lo que la
Sabiduría planeó y la Fuerza sostuvo.”
6.
René Guénon: – Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, entrada sobre
las columnas del templo.
“Las tres
columnas constituyen una tríada en la cual Belleza representa el equilibrio
logrado por la acción coordinada de los principios activos y pasivos. El
Segundo Vigilante custodia esa síntesis en el plano operativo.”
7.
Jean-Marie Ragon:
– Curso filosófico e interpretativo de iniciaciones antiguas y modernas,
apartado sobre los Oficiales.
“El Sur,
regido por el Segundo Vigilante, es el punto de la culminación y la plenitud.
La Belleza es la flor de la obra; exige precisión, sensibilidad y sabiduría en
acción.”
[1]
Jules Eugène Boucher (28 de
febrero de 1902-9 de junio de 1955), fue un escritor, ocultista, alquimista,
masón y gran maestro francés. Su libro El Símbolo Masónico es utilizado como
un manual entre los masones franceses.Boucher publicó varios artículos sobre
alquimia y masonería en las revistas: Simbolismo, tu Felicidad e Iniciación y
Ciencia.
[2]
Manly Palmer Hall (18 de marzo de 1901-29 de
agosto de 1990) fue un autor canadiense sobre el ocultismo, la mitología y las religiones. Su obra más conocida es Las
enseñanzas secretas de todos los tiempos, Las claves perdidas de la
masonería, El destino secreto de América, El ocultismo de la anatomía del
hombre, Los iniciados de la llama":
Esta
obra explora el simbolismo y las enseñanzas de varias tradiciones iniciáticas,
incluyendo la masonería.
[3] Oswald Wirth. (5 de agosto de 1860, Brienz,
Suiza - 9 de marzo de 1943) Gran conocedor de las tradiciones antiguas,
escribió varias obras que han llegado a nuestros días como auténticos clásicos
del mundo iniciático y el simbolismo, como los famosos manuales de Aprendiz,
Compañero y Maestro, El ideal iniciático, El simbolismo astrológico, El
simbolismo hermético y su relación con la alquimia y la francmasonería,
Hermetismo y francmasonería, La imposición de las manos, Tarot y el arte de la
memoria y Teoría y símbolos de la filosofía hermética. También es autor del
conocido como «Tarot de Wirth», uno de los más ampliamente difundidos en todo
el mundo
[4] Albert Gallatin Mackey (12 de marzo de
1807-20 de junio de 1881) fue un médico y escritor estadounidense, conocido por
sus libros y artículos acerca de la francmasonería, en particular por los landmarks.
Albert G. Mackey es conocido por su
prolífica obra sobre masonería, destacándose por su análisis profundo del
simbolismo, la historia y la ley masónica. Entre sus obras más importantes se
encuentran: El Simbolismo de la Masonería, Léxico de la masonería, Enciclopedia
de la Francmasonería y Manual de la Logia (Un manual que ofrece instrucciones
para los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, así como ceremonias
como instalaciones y dedicaciones).
[5]
René Guénon o Abd al-Wâhid Yahyâ
(15 de nov. de 1886 -7 de ene. de 1951) fue un matemático, masón, filósofo y
esoterista francés Es conocido por sus publicaciones de carácter filosófico
espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y divulgación de las
tradiciones espirituales. Fue un intelectual que sigue siendo una figura
influyente en el dominio de la metafísica. Obras Masónicas: El Simbolismo de la Cruz, Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada, La Gran Tríada, Autoridad Espiritual y
Poder Temporal
Al leer el trabajo sobre el Segundo Vigilante, no puedo evitar sentir que este cargo masónico encierra una enseñanza profundamente humana: la Belleza no es un simple adorno ni un resultado superficial, sino la expresión armónica de un esfuerzo sostenido. La reflexión me lleva a pensar que, en la vida, ocurre algo semejante: todo lo que vemos como “bello” o equilibrado ha sido antes fruto de una lucha interior, de constancia y de disciplina.
ResponderEliminarEl documento resalta cómo el Segundo Vigilante custodia la Belleza, pero al mismo tiempo se alimenta de la Fuerza que le da vida. Para mí, ese simbolismo es revelador porque nos recuerda que no existe plenitud sin trabajo, ni madurez sin haber transitado por la resistencia. La Belleza que se contempla en el sur del templo es, en el fondo, el rostro amable de un proceso más arduo y silencioso que ya se ha vivido.
Me parece significativo que se describa al Segundo Vigilante como un pedagogo espiritual, que guía sin imponer, que muestra sin obligar. Esa idea me inspira porque refleja un liderazgo distinto, uno que acompaña en lugar de dominar. La verdadera enseñanza, tanto en la Masonería como en la vida cotidiana, no consiste en transmitir dogmas rígidos, sino en ofrecer símbolos y ejemplos que despierten la conciencia de cada persona.
En mi opinión, la enseñanza más poderosa de este trabajo es la invitación a reconciliar aparentes contrarios: Fuerza y Belleza, rigor y suavidad, disciplina y creatividad. El Segundo Vigilante encarna precisamente esa síntesis, recordándonos que la plenitud no surge de un extremo, sino del equilibrio. Y ese mensaje, más allá de lo ritual, lo entiendo como un llamado personal: aprender a pulir lo que llevo dentro con esfuerzo, pero también a embellecerlo con sensibilidad