La Masonería, en su milenaria aspiración de tallar
al ser humano hacia estados superiores de conciencia, virtud y lucidez, se
enfrenta no solo a desafíos externos, sino a fuerzas internas que amenazan
silenciosamente la coherencia espiritual del Taller. Entre esos peligros, tres
se elevan como enemigos naturales de la Orden: la hipocresía, la ignorancia y
la ambición desordenada. No se trata de adversarios abstractos ni lejanos; por
el contrario, son sombras que pueden infiltrarse en la conciencia del iniciado,
debilitando la autenticidad de su trabajo y comprometiendo el equilibrio de las
logias.
Estos tres elementos se consideran enemigos porque
corrompen directamente los tres pilares sagrados sobre los que se sostiene la
Masonería. La hipocresía ataca la libertad al socavar la coherencia entre lo
que se piensa, se dice y se hace; la ignorancia erosiona la igualdad al impedir
que los hermanos se reconozcan desde una base común de conocimiento y dignidad;
y la ambición desordenada destruye la fraternidad al anteponer los intereses
personales por encima del bien común y del servicio al otro.
Oswald Wirth advertía que “la Masonería solo
puede florecer donde hay transparencia de intención” (El libro del
Aprendiz), y René Guénon recordaba que “toda iniciación supone una conquista
interior contra las fuerzas que oscurecen el ser” (Apercepciones sobre la
Masonería). Estas reflexiones iluminan por qué la Orden identifica estos
comportamientos no como simples defectos morales, sino como obstáculos
estructurales al camino iniciático.
Reconocerlos como enemigos permite al masón no
solo denunciarlos, sino combatirlos, es decir, transformarlos por medio del
trabajo interior, la disciplina ritual y el ejercicio constante de las
virtudes. La presente plancha desarrolla, de manera profunda y crítica, cómo
cada una de estas sombras afecta uno de los pilares fundamentales de la Orden,
mostrando sus manifestaciones, sus efectos y las vías para transmutarlas. Así,
el lector -sea iniciado experimentado o simplemente alguien curioso que se
aproxima por primera vez a la reflexión masónica- podrá comprender por qué
estas tres realidades amenazan el corazón mismo del arte real y por qué urge
enfrentarlas con valentía, sabiduría y fraternidad.
1. La hipocresía: el enemigo que corroe la
libertad: La Masonería siempre ha considerado que la libertad interior
es el punto de partida de todo crecimiento iniciático; no se trata de la
libertad exterior, política o social, sino de aquella que permite al ser humano
ser auténtico, veraz y fiel a su propio ideal de perfección. Por eso, la
hipocresía es un enemigo tan peligroso: no ataca la conducta externa del masón,
sino su fundamento espiritual.
La hipocresía convierte la vida iniciática en una
escenografía vacía. En palabras de Oswald Wirth, “nada es más funesto que
aparentar lo que no se es, pues la iniciación exige una transparencia absoluta
del alma” (El Libro del Aprendiz). Quien vive pendiente del juicio ajeno no
es libre; quien ajusta su comportamiento para agradar más que para ser
verdadero, pierde la capacidad de transformarse. El hipócrita no progresa
porque no se permite ver su propia oscuridad.
W.L. Wilmshurst expresa esta idea con claridad
admirable: “La iniciación no se otorga; se conquista mediante la sinceridad
y la ruptura del yo ficticio” (El Significado de La Masonería). La
hipocresía es justamente la victoria de ese yo ficticio. Al masón hipócrita no
le interesa el trabajo interior, sino el reconocimiento exterior. Busca cargos,
grados o prestigio, pero jamás se pregunta si la luz que proclama también
brilla dentro de él.
René Guénon agrega una dimensión todavía más
profunda: “La autenticidad es condición indispensable del esoterismo; nada
puede edificarse sobre la falsedad interior” (Apercepciones
sobre la Masonería y el Compañerismo). Sin autenticidad, la Libertad deja
de ser virtud y se vuelve apariencia. El masón hipócrita no solo se traiciona a
sí mismo; también traiciona a la logia, porque convierte la comunión fraterna
en un teatro de sobreactuaciones.
Combatir este enemigo implica valentía moral:
reconocer los propios errores, hablar con transparencia, dejar caer las
máscaras, aceptar la corrección fraterna y trabajar para que la vida exterior
corresponda al ideal interior. Solo quien es veraz consigo mismo puede ser
realmente libre; solo quien camina sin disfraces puede caminar hacia la luz.
2. La ignorancia: el enemigo que niebla la
igualdad: La ignorancia, en la perspectiva masónica, no es falta de
instrucción académica: es ausencia de claridad interior, resistencia a
aprender, incapacidad para cuestionarse y tendencia al dogmatismo. La Masonería
nace como una escuela de la Luz; por eso, la ignorancia es una sombra que amenaza
con apagar la llama del conocimiento.
Jules Boucher afirma que “la piedra bruta
simboliza la ignorancia que el masón debe trabajar con perseverancia, pues solo
el conocimiento abre las puertas de la verdadera libertad interior” (La
Simbología Masónica). Pero este conocimiento no es acumulación de datos; es
discernimiento, profundidad, capacidad de comprender el sentido espiritual de
los símbolos.
Cuando la ignorancia permanece, la igualdad se
desvanece. La Masonería enseña que todos los hermanos son iguales, no porque
posean los mismos saberes, sino porque comparten el mismo derecho -y el mismo
deber- de aprender unos de otros. Oswald Wirth lo expresa así: “La
instrucción masónica no eleva a unos sobre otros; eleva a todos hacia un mismo
ideal” (El Libro del Compañero). La ignorancia rompe esta igualdad cuando
se convierte en arrogancia intelectual, desprecio por el estudio,
superficialidad ritual o desinterés por la verdad.
Sociológicamente, una logia ignorante genera
círculos de poder basados en la desinformación. Aparecen rumores, prejuicios,
lecturas literales del ritual, malinterpretaciones simbólicas y decisiones
desacertadas que afectan a todo el taller. Guénon advierte: “El
desconocimiento de los principios conduce inevitablemente al extravío de la tradición”
(Apercepciones sobre la Masonería y el Compañerismo). Cuando la ignorancia se
establece, la logia pierde su identidad iniciática y se convierte en un simple
club social.
La igualdad florece cuando la luz del conocimiento
circula libremente. Combatir la ignorancia exige estudio constante, lectura
profunda, discusiones filosóficas, formación simbólica y apertura mental. El
masón que estudia ilumina no solo su propio sendero, sino también el de sus
hermanos. Allí donde la luz se comparte, la igualdad renace.
3. La ambición desordenada: el enemigo que
destruye la fraternidad: La ambición, cuando es rectamente orientada, puede
ser motor de crecimiento personal, el problema surge cuando se vuelve
desordenada: cuando se transforma en deseo de poder, búsqueda de honores o
necesidad de dominar a los demás. Esta ambición destruye la fraternidad porque
introduce rivalidades, celos, competencias estériles y pugnas internas que enferman
a la logia.
Wilmshurst advierte que “quien busca ascender
sin transformarse interiormente no comprende el sentido de los grados” (El
Significado de La Masonería). La ambición desordenada convierte los grados en
escalones de vanidad y no en etapas de regeneración interior. Cuando esto
ocurre, el masón deja de mirar hacia la luz y comienza a mirar hacia el
pedestal.
Oswald Wirth señala que “la verdadera
Fraternidad exige renunciar a todo espíritu de superioridad” (El Libro del
Maestro). El hermano que ansía dominar no es fraterno, pues instrumentaliza a
los demás para satisfacer su ego. La Fraternidad se funda en la igualdad de
dignidad, no en la desigualdad del orgullo.
Desde el punto de vista de la tradición, Guénon es
contundente: “Todo ascenso iniciático es interior; ningún título puede
suplir la ausencia de trabajo espiritual” (Apercepciones sobre la Masonería
y el Compañerismo). Cuando la ambición desordenada se instala, las logias se
fragmentan, los grupos se enfrentan, las columnas se debilitan y el egregor
colectivo se contamina.
La Fraternidad se nutre del servicio, la humildad
y la generosidad. Combatir esta sombra implica valorar más el trabajo
silencioso que el reconocimiento exterior, dar prioridad al bien común sobre
las pretensiones personales, y cultivar la empatía como virtud fundamental. La
logia crece cuando sus miembros desean el progreso ajeno tanto como el propio.
Conclusión: tres sombras y tres caminos de
restauración: La hipocresía, la ignorancia y la ambición desordenada no son
enemigos externos: nacen en el interior del ser humano y la única forma de
vencerlos es activar en nosotros las tres fuerzas luminosas que la Masonería
eleva como columnas eternas: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. La
hipocresía se combate mediante una libertad que obliga a la sinceridad, al
despojo del ego y al cultivo de la verdad interior. La ignorancia se supera
mediante una igualdad que abraza el aprendizaje, la humildad intelectual y la
transmisión generosa del conocimiento. La ambición desordenada se transforma
mediante una fraternidad que privilegia el servicio, la cooperación, el
crecimiento mutuo y la armonía del templo.
Caminos para fortalecer la vida masónica en las
logias: Practicar
diálogos sinceros sin temor al juicio, promover círculos de formación
continuada en simbología y filosofía, incorporar rituales de reconocimiento al
servicio silencioso, rotar responsabilidades para impedir el arraigo del ego y
cultivar espacios de silencio contemplativo que devuelvan al masón a su centro
espiritual. Estas prácticas no solo restauran el equilibrio, sino que reavivan
la llama del ideal iniciático. Quien combate con valentía estas tres sombras
descubre que la Masonería no es un lugar para aparentar, sino para
transformarse; no es un escenario, sino un taller; no es un refugio del ego,
sino un laboratorio del alma. Allí donde la libertad, la igualdad y la fraternidad
se viven con autenticidad, la Orden renace en cada hermano y cada hermano
renace en la Orden.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Boucher,
Jules. La Symbolique Maçonnique. París: Dervy, 1948.
Guénon,
René. Apercepciones sobre la Masonería y el Compañonazgo. París: Éditions
Traditionnelles, 1946.
Wilmshurst,
W.L. The Meaning of Masonry. Londres: Rider & Co., 1922.
Wirth,
Oswald. El Libro del Aprendiz. Buenos Aires: Kier, 2004.
Wirth,
Oswald. El Libro del Compañero. Buenos Aires: Kier, 2004.
Wirth,
Oswald. El Libro del Maestro. Buenos Aires: Kier, 2005.



